“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46).
LOS PRIMEROS DÍAS
Las Escrituras nos brindan poca información sobre los primeros años de Jesús. No obstante, algunos versículos nos dan una vislumbre de esas circunstancias y la clase de mundo en el que participó el Salvador.
Lee Lucas 2:7 y 22 al 24 (ver también Lev. 12:6-8) y Mateo 2:1 al 18. ¿Qué vemos en estos versículos que nos da un indicio de la clase de vida que enfrentó Jesús desde el principio?
Por supuesto, Jesús no fue la primera persona que vivió en la pobreza o que se enfrentó a quienes querían matarlo, incluso desde temprana edad. Sin embargo, hay otro elemento que nos ayuda a comprender la singularidad de lo que Cristo sufrió desde los primeros tiempos.
Lee Juan 1:46. ¿Qué elemento agrega este pasaje que nos ayuda a entender los sufrimientos que tuvo que enfrentar Jesús de joven?
A excepción de Adán y de Eva antes de la Caída, Jesús fue la única persona sin pecado que vivió en la Tierra. Con su pureza, con su impecabilidad, estuvo inmerso en un mundo de pecado. Qué tortura debió haber sido, incluso de niño, que su alma pura estuviera en constante contacto con el pecado. Aun con nuestra insensibilidad debido al pecado, nosotros mismos a menudo nos alejamos de la exposición al pecado y al mal que nos resultan repulsivos. Imagínate lo que debió haber sido para Cristo, cuya alma era pura, que no estaba manchada en lo más mínimo por el pecado. Piensa en el marcado contraste entre él y los demás a su alrededor. Debió haber sido sumamente doloroso para él.
Pregúntate: “¿Cuán sensible soy a los pecados que existen a nuestro alrededor? ¿Me molestan o soy insensible a ellos? Si eres insensible a ellos, esto ¿podría deberse a las cosas que lees, miras o haces? Piénsalo.