“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7).

DESCANSAR CON LOS ANTEPASADOS

jueves 13 de octubre, 2022

Lee Génesis 25:8; 2 Samuel 7:12; y 1 Reyes 2:10 y 22:40. ¿Qué añaden estos textos a tu comprensión de la muerte?

El Antiguo Testamento expresa de diferentes formas las ideas de la muerte y la sepultura. Una de ellas es la noción de unirse a su pueblo. Por ejemplo, acerca de Abraham, se nos dice que “exhaló el espíritu, y murió [...] en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo” (Gén. 25:8). Aarón y Moisés también se unieron a su pueblo (Deut. 32:50).

¿Qué nos enseña sobre la naturaleza de la muerte el hecho de que tanto los reyes buenos como los malos terminaran en el mismo lugar al morir? (2 Rey. 24:6; 2 Crón. 32:33).

Otra forma de describir la muerte es mediante la declaración de que alguien durmió con los antepasados. Acerca de la muerte del rey David, la Biblia dice que “durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad” (1 Rey. 2:10). La misma expresión se utiliza también para varios reyes hebreos, tanto fieles como infieles.

Podemos identificar al menos dos aspectos significativos en el hecho de dormir con los antepasados. El primero es que tarde o temprano llegará el momento en que necesitaremos descansar de nuestras obras y sufrimientos agotadores. Otra idea es que no somos los primeros ni los únicos en seguir ese camino indeseable, porque nuestros antepasados ya se adelantaron a nosotros.

Los que mueren en Cristo pueden ser enterrados cerca de sus seres queridos, pero aun así no hay comunicación entre ellos, ya que en realidad la muerte es la no existencia. Permanecerán así hasta ese glorioso día en que por un milagro re-creador divino despertarán para reunirse con sus seres queridos que murieron en Cristo.

Imagínate cómo sería si los muertos estuvieran realmente conscientes y pudieran ver cómo es la vida aquí, especialmente para sus seres queridos, que a menudo sufren terriblemente después de la muerte de ellos. ¿Por qué, entonces, la verdad de que los muertos duermen debería ser tan reconfortante para los que estamos vivos?