“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito [...] pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:17, 19).
“DEL PODER DEL SEOL”
Lee Salmo 49. ¿Qué llevó al salmista a estar tan seguro de su resurrección final (Sal. 49:15), en contraste con quienes perecieron sin esa seguridad (Sal. 49:6–14)?
Salmo 49 habla de la falsa confianza de los necios, “que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan” (Sal. 49:6), quienes “dan sus nombres a sus tierras” (Sal. 49:11) y viven solo para bendecirse a sí mismos (Sal. 49:18). Actúan como si sus casas y su propia gloria duraran para siempre (Sal. 49:11, 17).
Pero los necios olvidan que su honor se desvanece y que perecen al igual que las bestias (Sal. 49:12). “Como a rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará [...] se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada” (Sal. 49:14).
Como dijo Job siglos antes, “desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá” (Job 1:21; 1 Tim. 6:7). El salmista señala que tanto el necio como el sabio mueren, y dejan “sus riquezas a otros” (Sal. 49:10).
Pero, existe un contraste radical entre ellos. Por un lado está el necio, que perece, aunque trate de encontrar seguridad en las posesiones y los logros transitorios. En contraste, el sabio contempla, más allá de la mortalidad humana y la prisión de la tumba, la gloriosa recompensa que Dios le tiene reservada (1 Ped. 1:4). Con esta percepción en mente, el salmista pudo decir con confianza: “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo” (Sal. 49:15).
Conforme a la esperanza del Antiguo Testamento, esta declaración no sugiere que al momento de morir el alma del salmista volaría inmediatamente al cielo. El salmista simplemente dice que no permanecerá para siempre en la tumba. Llegará el momento en que Dios lo redimirá de la muerte y lo llevará a los atrios celestiales.
Una vez más, se describe la certeza de la resurrección futura, que aporta esperanza, seguridad y sentido a esta existencia actual. Por lo tanto, el sabio recibirá una recompensa mucho más gloriosa y eterna que la que el necio podría reunir para sí en esta corta vida.
¿De qué manera has podido ver la locura de quienes confían en sus riquezas y sus logros? Fijar tus ojos en la Cruz, ¿cómo puede protegerte de caer en el mismo error?