“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14, 15).
EL SIGNIFICADO DE LA CRUZ
Lee 1 Corintios 1:18 al 24. ¿Qué está diciendo Pablo acerca de la Cruz y cómo la contrasta con la “sabiduría del mundo”? ¿Por qué, incluso hoy, cuando el “materialismo” (la idea de que toda la realidad es únicamente material, lo que implica que no hay un Dios ni un plano de existencia sobrenatural) domina “la sabiduría del mundo”, el mensaje de la Cruz es tan importante?
La Cruz de Cristo es el centro mismo de la historia de la salvación. “La Eternidad nunca podrá comprender la profundidad del amor revelado en la Cruz del Calvario. Fue allí donde el amor infinito de Cristo y el egoísmo ilimitado de Satanás se enfrentaron cara a cara” (S. N. Haskell, La Cruz y su sombra, p. v).
Mientras Cristo se ofrecía humildemente como rescate por la raza humana, Satanás lo envolvía egoístamente en sufrimiento y agonía. Cristo no murió solo la muerte natural que todo ser humano tiene que afrontar; él murió la segunda muerte, para que todos aquellos que lo aceptan nunca tengan que experimentarla personalmente.
En cuanto al significado de la Cruz, hay varios aspectos importantes que debemos recordar. En primer lugar, la Cruz es la revelación suprema de la justicia de Dios contra el pecado (Rom. 3:21-26). En segundo lugar, la Cruz es la revelación suprema del amor de Dios por los pecadores (Rom. 5:8). En tercer lugar, la Cruz es la gran fuente de poder para romper las cadenas del pecado (Rom. 6:22, 23; 1 Cor. 1:17-24). En cuarto lugar, la Cruz es nuestra única esperanza de vida eterna (Fil. 3:9-11; Juan 3:14-16; 1 Juan 5:11, 12). Y, en quinto lugar, la Cruz es el único antídoto contra una futura rebelión en el Universo (Apoc. 7:13-17; 22:3).
La “sabiduría del mundo” no puede revelar ninguna de estas verdades primordiales sobre la Cruz. Al contrario, antiguamente, como ahora, la predicación de la Cruz era “locura” para la sabiduría mundana, que a menudo ni siquiera reconoce la verdad más obvia que podría haber: que existe un Creador (ver Rom. 1:18-20).
La palabra griega para “locura” está ligada a la palabra española “imbécil”; es decir, la predicación de la Cruz es “imbécil” según la “sabiduría del mundo”. La sabiduría del mundo no puede conocer a Jesús ni la salvación que él nos ofrece mediante su muerte sustitutiva en la Cruz.
Más allá del valor que la “sabiduría del mundo” nos pueda ofrecer, ¿por qué nunca debemos permitir que interfiera con lo que creemos acerca de Jesús y la esperanza que se nos ofrece mediante “la locura de la predicación” (1 Cor. 1:21)?