“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14, 15).

ÉL MURIÓ POR NOSOTROS

miércoles 2 de noviembre, 2022

Lee Juan 3:14 al 18 y Romanos 6:23. ¿Qué nos enseñan estos versículos? ¿Qué ganó la muerte de Cristo por nosotros?

Cuando Jesús llegó al río Jordán para bautizarse, Juan el Bautista exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Esta declaración reconocía a Cristo como el Cordero de Dios antitípico, a quien apuntaban todos los verdaderos sacrificios del Antiguo Testamento.

Pero los sacrificios de animales no pueden quitar los pecados por sí mismos (Heb. 10:4). Ofrecían solo un perdón condicional que dependía de la efectividad del futuro sacrificio de Cristo en la Cruz. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Lee Juan 3:16 y 17. ¿Qué gran esperanza puedes obtener de estos versículos, especialmente cuando sientes, con razón, que mereces ser condenado por algo que cometiste?

Piensa en lo que significa todo esto. Jesús, aquel que creó el cosmos (Juan 1:1-3), se ofreció a sí mismo por cada uno de nosotros, como sacrificio por los pecados, todo para que no tengamos que ser condenados por lo que merecidamente se nos podría condenar. Esta es la gran promesa del evangelio.

Jesucristo declaró que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” para que muriera por nosotros (Juan 3:16). Pero, nunca debemos olvidar que Cristo se ofreció voluntariamente en nuestro favor (Heb. 9:14). Lutero se refirió a la Cruz como “el altar en el que él [Cristo], consumido por el fuego del amor ilimitado que ardía en su corazón, presentó el sacrificio vivo y santo de su cuerpo y su sangre al Padre con ferviente intercesión, con gran clamor y lágrimas apasionadas y angustiosas (Heb. 5:7)” (Luther’s Works, t. 13, p. 319). Cristo murió una vez para siempre (Heb. 10:10, 12), porque su sacrificio es más que suficiente y nunca pierde poder.

Es más: “Aunque hubiera habido una sola alma dispuesta a aceptar el evangelio de su gracia, Cristo, para salvarla, habría escogido su vida de penas y humillaciones y su muerte ignominiosa” (MC 96).

Vuelve a leer Juan 3:16, reemplazando las palabras “al mundo” y “todo aquel” por tu nombre. ¿Cómo puedes aprender a hacer tuya esta maravillosa promesa, momento a momento, especialmente cuando te sientes tentado a pecar?