“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apoc. 1:17, 18).
TESTIGOS DEL CRISTO RESUCITADO
Lee Juan 20:11 al 29 y 1 Corintios 15:5 al 8. ¿Cómo reaccionaron los discípulos cuando por primera vez se encontraron con el Cristo resucitado?
Los dos ángeles de la tumba vacía anunciaron a María Magdalena y a algunas otras mujeres que Jesús había resucitado (Mat. 28:1, 5-7; Mar. 16:1-7; Luc. 23:55; 24:1-11). Pero pronto Jesús mismo se les apareció, y lo adoraron (Mat. 28:1, 9, 10; Juan 20:14-18). También se le apareció a Pedro (Luc. 24:34; 1 Cor. 15:5) y a los dos discípulos que iban camino a Emaús, cuyo corazón ardía mientras les hablaba (Mar. 16:12; Luc. 24:13–35). Cuando Jesús entró en el aposento alto, al comienzo los discípulos estaban aterrorizados y asustados, pero luego se llenaron de gozo y se maravillaron de lo sucedido (Luc. 24:33–49; Juan 20:19–23). Una semana después, Jesús volvió a entrar en la misma habitación sin abrir las puertas, y en ese momento hasta Tomás creyó en su resurrección (Juan 20:24-29).
Durante los cuarenta días transcurridos entre la resurrección y la ascensión, Jesús se “apareció a más de quinientos hermanos a la vez” (1 Cor. 15:6), y a Jacobo (1 Cor. 15:7). Jesús se reunió con algunos discípulos a la orilla del mar de Galilea y desayunó con ellos, y posteriormente tuvo una charla con Pedro (Juan 21:1–23). Quizás haya habido otras apariciones de Jesús (Hech. 1:3) antes de su última aparición en su ascensión (Luc. 24:50– 53; Hech. 1:1–11). Pablo también se consideraba un testigo ocular del Cristo resucitado, porque se le apareció camino a Damasco (1 Cor. 15:8; comparar con Hech. 9:1-9).
La primera vez que los demás discípulos le dijeron al ausente Tomás que habían visto al Señor resucitado, él reaccionó: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25). Una semana después, cuando Jesús volvió a aparecer ante los discípulos, ahora con Tomás entre ellos, Jesús le dijo: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). Entonces Tomás confesó: “¡Señor mío, y Dios mío!” Y Jesús agregó: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:28, 29).
“Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Aunque no hayas visto personalmente al Cristo resucitado, ¿qué otras razones tienes para ejercer fe en Jesús?