“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11, 12).

AL SONIDO DE LA TROMPETA

miércoles 16 de noviembre, 2022

Los tesalonicenses estaban convencidos de que se concedería vida eterna exclusivamente a quienes permanecieran vivos hasta la Segunda Venida. “Habían protegido cuidadosamente la vida de sus amigos para que no murieran y perdieran la bendición que ellos esperaban recibir al venir su Señor. Pero sus amados, uno tras otro, les habían sido arrebatados; y con angustia los tesalonicenses habían mirado por última vez los rostros de sus muertos, atreviéndose apenas a esperar encontrarlos en la vida futura” (HAp 212).

Lee 1 Tesalonicenses 4:13 al 18. ¿Cómo corrigió Pablo este concepto erróneo?

Existe una tendencia histórica a leer en la expresión “traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Tes. 4:14) más de lo que dice el texto. Muchos que aceptan la teoría de la inmortalidad natural del alma sugieren que Cristo, en su segunda venida, traerá consigo del cielo las almas de los justos muertos que ya están allí con Dios, para que esas almas pueden reunirse con sus respectivos cuerpos resucitados. Pero esa interpretación no armoniza con las enseñanzas generales de Pablo sobre el tema.

Lee las palabras de este teólogo no adventista sobre el verdadero significado de este versículo: “La razón por la que los cristianos tesalonicenses pueden tener esperanza mientras lloran por los miembros muertos de su iglesia es que Dios los ‘traerá’, es decir, resucitará a estos creyentes fallecidos y hará que estén presentes en el regreso de Cristo, de modo que estarán ‘con Jesús’. La implicación es que estos creyentes fallecidos no tendrán ningún tipo de desventaja en la parusía de Cristo, sino que estarán ‘con Jesús’ de tal manera que compartirán por igual con los creyentes vivos la gloria vinculada con su regreso” (J. A. D. Weima, 1–2 Thessalonians, Baker Exegetical Commentary on the New Testament, p. 319).

Si las almas de los justos muertos ya estuvieran con el Señor en el cielo, Pablo no hubiese necesitado mencionar la resurrección final como la esperanza cristiana; podría haber mencionado que los justos ya estaban con el Señor. Sin embargo, explica que “los que durmieron en él” (1 Tes. 4:14) resucitarían de entre los muertos al final de los tiempos.

La esperanza en la resurrección final llevó consuelo a los afligidos tesalonicenses. La misma esperanza puede ayudarnos a afrontar con seguridad los dolorosos momentos en los que las frías garras de la muerte nos arrebatan a nuestros seres queridos.