“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:23).
EL CUERPO COMO TEMPLO
La teoría dualista de un cuerpo mortal con un alma inmortal ha generado varias teorías sobre el cuerpo humano. Por ejemplo, para los filósofos griegos antiguos, el cuerpo humano es la prisión del alma, y esta se libera mediante la muerte. En resonancia con este concepto pagano, muchos cristianos hoy creen que el cuerpo es la morada temporal del alma inmortal, que se reintegrará al cuerpo en la resurrección. En cambio, los panteístas divinizan el cuerpo humano; creen que Dios y el Universo son lo mismo. Para ellos, todas las cosas son Dios y el cuerpo humano es parte de la única sustancia divina integrada y universal. Como estamos rodeados de teorías contradictorias sobre el tema, debemos mantenernos firmes en lo que enseña la Biblia con respecto a la naturaleza de la humanidad.
Lee 1 Corintios 3:16, 17; 6:19 y 20; y 10:31. ¿Cómo puede influir positivamente en nuestro estilo de vida la concepción de que nuestro cuerpo es “el templo de Dios” y “el templo del Espíritu Santo”?
Tanto Adán como Eva fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Gén. 1:26, 27), y esto se reflejaba no solo en su carácter sino también en su aspecto físico. Debido a que la presencia del pecado estropeó e incluso ocultó esa imagen, la obra de la redención consiste en restaurar a la humanidad a su condición original, incluyendo la salud física en la medida de lo posible, para seres que no tienen la posibilidad de participar del árbol de la vida.
Esta restauración es un proceso de por vida que culminará solo en la segunda venida de Cristo, cuando lo corruptible se vista de incorrupción y lo mortal se vista de inmortalidad (1 Cor. 15:53, 54).
El apóstol Juan escribió a su amigo Gayo: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2).
Si reconocemos que el ser humano es una entidad indivisible y que la religión abarca todos los aspectos de la vida y del ser humanos, entonces también deberíamos considerar nuestra salud física como un deber religioso. Debemos guiarnos por el principio inspirado: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). Pero, recuerda que todavía vivimos en un mundo en el que la gente buena puede dar lo mejor de sí y aun así sufrir las consecuencias de una naturaleza humana pecaminosa y un entorno pecaminoso. Por eso, debemos confiar en Dios y hacer lo mejor posible, y dejar los resultados en manos de Dios.