“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10).

EL JUICIO EJECUTIVO

miércoles 21 de diciembre, 2022

Durante la Edad Media hubo una fuerte tendencia a representar a Dios como un Juez severo y punitivo. La tendencia actual es a describirlo como un Padre amoroso y permisivo, que nunca castiga a sus hijos. Sin embargo, el amor sin justicia se convertirá en caos y anarquía, y la justicia sin amor se convertirá en opresión y subyugación. El proceso judicial de Dios es una combinación perfecta de justicia y misericordia, atributos que derivan de su amor incondicional.

El juicio ejecutivo es la intervención punitiva final e irreversible de Dios en la historia de la humanidad. Hubo juicios punitivos limitados; por ejemplo, la expulsión de Satanás y sus ángeles rebeldes del cielo (Apoc. 12:7-12), la expulsión de Adán y de Eva del Jardín del Edén (Gén. 3), el gran Diluvio (Gén. 6–8), la destrucción de Sodoma y de Gomorra (Gén. 19; Jud. 7), la muerte de los primogénitos en Egipto (Éxo. 11–12) y la muerte de Ananías y Safira (Hech. 5:1–11). Por lo tanto, no es de extrañar que también haya un juicio ejecutivo de los impíos al final de la historia de la humanidad.

Lee 2 Pedro 2:4 al 6 y 3:10 al 13. Estos pasajes ¿cómo nos ayudan a comprender la naturaleza del juicio ejecutivo final? ¿De qué modo sugieren la idea de la consumación del Juicio, y no su duración eterna (lo que sería una perversión de la justicia, en vez de una expresión de ella)?

“La bondad y la larga clemencia de Dios, su paciencia y su misericordia ejercidas hacia sus súbditos, no le impedirán castigar al pecador que se negó a obedecer sus requerimientos. No le corresponde a un hombre (un criminal contra la santa Ley de Dios, perdonado solo mediante el gran sacrificio que Dios hizo al dar a su Hijo para morir por los culpables porque su Ley era inmutable) dictarle a Dios” (Manuscript Releases, t. 12, p. 208).

Todo lo que Dios pudo haber hecho para salvar a la humanidad de la perdición eterna lo hizo, incluso a un gran costo personal. Los que se pierden, en última instancia, tomaron decisiones que los llevaron a este final desafortunado. La idea de que el juicio de Dios sobre los perdidos, incluso de que la aniquilación de los perdidos (y no el tormento eterno) va en contra del carácter de un Dios amoroso, es simplemente errónea. Es el amor de Dios, y solo el amor de Dios, lo que también demanda justicia.

La Cruz en sí ¿qué nos enseña acerca de lo que Dios estuvo dispuesto a hacer para salvar a todos los que serían salvos?