“¡Miren qué gran amor nos ha prodigado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios!” (1 Juan 3:1).
SOMOS PARTE DE LA FAMILIA DE DIOS
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda la familia de los cielos y la tierra” (Efe. 3:14, 15). ¿Qué imágenes se evocan en este versículo y qué esperanza encontramos aquí?
Al principio del ministerio de Jesús, él declara: “Ustedes, pues, oren así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre’ ” (Mat. 6:9). Más adelante, en privado, repite la misma oración a sus discípulos (Luc. 11:2). Jesús nos dijo que llamemos “Padre nuestro que estás en los cielos” a su propio Padre. Cuando Jesús se encontró con María después de su resurrección, ella quiso abrazarlo. “Jesús le dijo: ‘No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; sino ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios’ ” (Juan 20:17).
Como tenemos el mismo Padre que Jesús, él es nuestro Hermano, y todos somos hermanos en el Señor. Jesús se hizo miembro de la familia terrenal para que nosotros pudiéramos llegar a ser miembros de la familia celestial. “La familia del Cielo y la familia de la Tierra son una” (DTG 775).
Lee Éxodo 3:10; 5:1; y Gálatas 3:26 y 29. ¿Qué dicen estos versículos acerca de cómo se relaciona Dios con nosotros? ¿Por qué esto debería ser tan alentador?
En contraste con una visión de la Creación en la que se nos considera meros productos de leyes naturales frías e indiferentes, las Escrituras enseñan no solo que Dios existe, sino además que nos ama y se relaciona con nosotros de una manera tan amorosa que las Escrituras a menudo utilizan la imagen de la familia para describir esa relación. Ya sea que Jesús llame “pueblo mío” a Israel, que a nosotros nos llame “hijos de Dios” o se refiera a Dios como “nuestro Padre”, la cuestión continúa siendo la misma: Dios nos ama de la manera en que se supone que los miembros de la familia se aman unos a otros. ¡Qué buenas noticias, en medio de un mundo que, de por sí, puede ser muy hostil!
Imagina un mundo en el que tratáramos a todos como familia. ¿Cómo podemos aprender a relacionarnos mejor con todos los seres humanos como nuestros hermanos?