“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: ‘¡Vengan, benditos de mi Padre! Hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo” (Mat. 25:34).

ZAQUEO

miércoles 15 de febrero, 2023

Zaqueo era un judío rico que había hecho su fortuna trabajando como recaudador de impuestos para los odiados romanos. Por eso, y porque él y otros recaudadores de impuestos exigían más impuestos de los que realmente debían, a Zaqueo lo odiaban y lo llamaban “pecador”.

Zaqueo vivía en Jericó, que se encontraba en una ruta comercial muy transitada. El encuentro de Zaqueo y Jesús no fue una coincidencia. Aparentemente, Zaqueo estaba bajo convicción espiritual y quería hacer algunos cambios en su vida. Había oído hablar de Jesús y quería verlo. Se debió haber corrido la voz de que el grupo con el que viajaba Jesús llegaría a Jericó ese día. Jesús necesitaba pasar por Jericó desde Galilea, en su último viaje a Jerusalén. Las primeras palabras de Cristo a Zaqueo revelan que, incluso antes de entrar en el pueblo, Jesús sabía todo acerca de él.

Lee Lucas 19:1 al 10. ¿Qué diferencias hay entre la experiencia de este hombre rico con Jesús y la del joven rico?

Zaqueo y el joven rico tenían algunas cosas en común: ambos eran ricos, ambos querían ver a Jesús y ambos aspiraban a la vida eterna. Pero hasta aquí llegan las similitudes.

Fíjate que cuando Zaqueo dijo: “La mitad de mis bienes voy a dar a los pobres” (Luc. 19:8), Jesús aceptó este gesto como expresión de una verdadera experiencia de conversión. No le dijo: Lo siento, Zaqueo, pero como con el joven rico, es todo o nada. La mitad no sirve. ¿Por qué? Probablemente porque, aunque a Zaqueo sin duda le gustaba su riqueza, para él no era el dios que sí era para el joven rico. De hecho, aunque no sabemos qué le dijo especialmente Jesús, Zaqueo es el primero que habla de dar dinero a los pobres. En contraste, Jesús tuvo que indicar al joven rico específicamente que renunciara a todo; de lo contrario, esta dependencia lo habría destruido. Aunque Zaqueo, como cualquier persona rica, necesitaba tener cuidado con los peligros de la riqueza, parecía haberla controlado mejor que el joven rico.

“Cuando el joven y rico príncipe se hubo alejado de Jesús, los discípulos se habían maravillado de las palabras de su Maestro: ‘¡Cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!’ Ellos habían exclamado el uno al otro: ‘¿Quién, pues, podrá ser salvo?’ Ahora tenían una demostración de la veracidad de las palabras de Cristo: ‘Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios’ (Mar. 10:24, 26; Luc. 18:27). Vieron cómo, por la gracia de Dios, un rico podía entrar en el Reino” (DTG 508).