“Y les dijo: ‘¡Cuidado! Guárdense de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee’ ” (Luc. 12:15).
“GUÁRDENSE DE TODA AVARICIA”
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 14:12–14; Efesios 5:5; Josué 7; Juan 12:1–8; Hechos 5:1–11; 1 Corintios 10:13.
La codicia se define como un deseo desmesurado de riquezas o posesiones que en realidad no nos pertenecen. La codicia es un gran problema, tanto que, por cierto, está al mismo nivel que no mentir, no robar, no asesinar; es tan dañina que Dios decidió advertir sobre ella en su gran Ley Moral. “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxo. 20:17).
La codicia, o avaricia, a menudo figura junto a los pecados atroces que nos impedirán la entrada al Reino de Dios. “¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No yerren, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Cor. 6:9, 10).
¿La codicia, a la altura de la extorsión, la idolatría, la fornicación y el adulterio? Eso es lo que dicen los versículos, y esta semana veremos ejemplos de su pecaminosidad y lo que podemos hacer para superarla.