“Y oí una voz del cielo que dijo: ‘Escribe: ¡Bienaventurados los que de aquí en adelante mueren en el Señor! Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus fatigas y sus obras les sigan’ ” (Apoc. 14:13).
EL LEGADO ESPIRITUAL
Aunque es difícil saber cómo habría sido la vida en la Tierra si los seres humanos no hubieran pecado, una cosa podemos saber con certeza: no habría habido acaparamiento, codicia ni pobreza, cosas que han plagado nuestro mundo desde que existen registros históricos. Nuestro sentido de propiedad, de aquello por lo que hemos trabajado (y, si lo hicimos honestamente, es legítimamente nuestro) es, con todo, una manifestación de vida en un mundo caído. Sin embargo, al final, independientemente de cuánto poseamos o no, hay un aspecto importante que siempre debemos recordar.
Lee los siguientes pasajes. ¿Cuál es el aspecto central en todos ellos, y cómo debería impactar en lo que hacemos con cualquier medio material con el que Dios nos haya bendecido? (Sal. 24:1; Heb. 3:4; Sal. 50:10; Gén. 14:19; Col. 1:15–17).
Somos mayordomos y administradores de lo que Dios nos ha confiado; es decir, en última instancia, Dios es el Dueño de todo, y es quien nos da la vida, la existencia y la fuerza para obtener cualquier cosa. Es lógico, entonces, que cuando hayamos terminado con lo que Dios nos ha dado y hayamos cuidado de nuestra familia, le devolvamos el resto.
“Al dar para la obra de Dios, nos estamos haciendo tesoros en el cielo. Todo lo que depositamos arriba está asegurado contra el desastre y la pérdida, y está aumentando en valor eterno y perdurable, [y] se registrará en nuestra cuenta en el Reino de los cielos” (CMC 332).
- El donante realmente puede ver los resultados de la donación: un nuevo edificio de la iglesia, un joven en la universidad, una campaña de evangelización financiada, y otros.
- El ministerio o la persona puede beneficiarse ahora cuando la necesidad es mayor.
- No hay peleas entre familiares o amigos después de su muerte.
- Da un buen ejemplo de valores familiares de generosidad y amor por los demás.
- Minimiza la consecuencia del impuesto al patrimonio.
- Garantiza que el donativo se haga a su entidad deseada (sin interferencia de tribunales ni familiares descontentos).
- Demuestra que el corazón del donante ha sido cambiado del egoísmo al altruismo.
- Almacena tesoros en el Cielo.