“Y oí una voz del cielo que dijo: ‘Escribe: ¡Bienaventurados los que de aquí en adelante mueren en el Señor! Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus fatigas y sus obras les sigan’ ” (Apoc. 14:13).

NO PUEDES LLEVARLA CONTIGO

lunes 6 de marzo, 2023

Alguien preguntó una vez al famoso evangelista Billy Graham qué era lo que más le asombraba de la vida, ahora que era viejo (Graham tenía sesenta años en ese momento). ¿La respuesta de Graham? “Su brevedad”.

No hay duda, la vida pasa rápido.

¿Qué enseñan los siguientes pasajes acerca de la vida humana aquí? Salmo 49:17; 1 Timoteo 6:6, 7; Salmo 39:11; Santiago 4:14; Eclesiastés 2:18–22.

La vida no solo pasa rápido, sino además no te llevas nada cuando mueres; al menos, en cuanto a bienes materiales que hayas acumulado. (¿El carácter? Esa es otra historia…) “Porque cuando muera no llevará nada, ni su gloria descenderá con él” (Sal. 49:17); lo que significa que lo deja para que otro lo reciba. Quién lo obtendrá, claro está, depende de los planes que se hagan con antelación.

Aunque, por supuesto, no todo el mundo tiene una propiedad per se, la mayoría, especialmente porque ha trabajado a lo largo de los años, ha acumulado algo de capital. En definitiva, lo que sucederá con esa riqueza después de que muera es realmente una pregunta importante que la gente debería hacerse.

Para quienes tengan posesiones al final de la vida, sin importar cuán grandes o pequeños puedan ser nuestros bienes, la planificación patrimonial puede ser nuestro último acto de mayordomía, de administrar cuidadosamente aquello con lo que Dios nos ha bendecido. Si no tienes un plan patrimonial que hayas establecido en un testamento o un fideicomiso, las leyes del Gobierno estatal o civil pueden entrar en juego (todo esto depende, por supuesto, de dónde vivas). Si mueres sin testamento, la mayoría de las jurisdicciones civiles simplemente traspasan tus bienes a familiares, ya sea que los necesiten o no, ya sea que hagan un buen uso del dinero o no, y ya sea que hayas optado por darles una parte a esas personas o no. La iglesia no recibirá nada. Si eso es lo que quieres, bien; si no, necesitas hacer planes de antemano.

Para explicarlo de forma sencilla, podemos decir que debido a que Dios es el Dueño de todo (ver Sal. 24:1), sería lógico concluir desde una perspectiva bíblica que cuando hayamos terminado con lo que Dios nos ha confiado debemos devolverle a él, el Dueño legítimo, lo que nos queda, una vez satisfechas las necesidades de nuestros seres queridos.

La muerte, como sabemos, puede llegar en cualquier momento, en forma inesperada, incluso hoy. ¿Qué pasaría con tus seres queridos si murieras hoy? ¿Qué sucedería con tu patrimonio? ¿Se distribuiría como a ti te gustaría?