“Ofrece a Dios sacrificios de alabanza, y paga tus votos al Altísimo, e invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Sal. 50:14, 15).
PONER A DIOS EN PRIMER LUGAR
Lee 2 Crónicas 20:1 al 22. ¿Qué principios espirituales importantes podemos tomar de esta historia para nosotros, independientemente de las luchas que enfrentemos?
Hacia el final del reinado de Josafat, Judá fue invadido. Josafat era un hombre valiente. Durante años había estado reforzando sus ejércitos y las ciudades fortificadas. Estaba bien preparado para enfrentarse a casi cualquier enemigo; sin embargo, en esta crisis no puso su confianza en su fuerza sino en el poder de Dios. Se puso a buscar al Señor y proclamó ayuno en todo Judá. Todo el pueblo se reunió en el atrio del Templo, como había orado Salomón que harían si se enfrentaban al peligro. Todos los hombres de Judá estaban delante del Señor con sus esposas y sus hijos. Oraron para que Dios confundiera a sus enemigos a fin de que su nombre pudiera ser glorificado. Entonces, el rey oró: “En nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros. No sabemos qué hacer, pero a ti volvemos nuestros ojos” (2 Crón. 20:12).
Después de que se encomendaran a Dios de esta manera, el Espíritu del Señor vino sobre un hombre de Dios que dijo: “ ‘No teman ni se amedrenten ante esta gran multitud; porque la guerra no es de ustedes sino de Dios’. [...] No tendrán que pelear en esta ocasión. Apóstense, quédense quietos y vean la salvación que el Señor les dará” (2 Crón. 20:15-17).
Entonces, temprano a la mañana siguiente, el rey reunió al pueblo, con el coro levítico al frente para cantar alabanzas a Dios. Luego exhortó al pueblo: “Crean al Señor su Dios y estarán seguros; crean a sus profetas y serán prosperados” (2 Crón. 20:20). A continuación, el coro comenzó a cantar, y sus enemigos se destruyeron unos a otros, y “ninguno había escapado” (2 Crón. 20:24). Los hombres de Judá tardaron tres días para recoger solamente el botín de la batalla, y al cuarto día regresaron a Jerusalén cantando al andar.
Por supuesto, el Dios que los libró es el mismo Dios a quien amamos y adoramos nosotros, y su poder es tan grande hoy como en aquel entonces. El desafío, para nosotros, es confiar en él y en su dirección.
Lee 2 Crónicas 20:20. ¿Qué significado especial debería tener este texto para los adventistas del séptimo día?