“Ofrece a Dios sacrificios de alabanza, y paga tus votos al Altísimo, e invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Sal. 50:14, 15).
CONFÍA EN DIOS, NO EN TUS RECURSOS
El rey David debería haber sabido, por la experiencia de su mejor amigo, Jonatán, que cuando estás en una relación de pacto con Dios no importa si tienes pocos hombres o muchos; Dios puede darte la victoria. En 1 Samuel 14:1 al 23, la Biblia registra la historia de cómo el hijo de Saúl, Jonatán, y su escudero derrotaron a toda una guarnición de filisteos con la ayuda de Dios. Pero, a pesar de esta experiencia y muchas otras en la historia del pueblo de Dios, cuando llegaron tiempos difíciles para el rey David, este permitió que Satanás lo tentara a confiar en su propia fuerza e inventiva.
Lee 1 Crónicas 21:1 al 14. ¿Por qué decidió David contabilizar a Israel o contar a sus soldados? ¿Por qué su comandante Joab le aconsejó que no lo hiciera?
Ten en cuenta que fue idea de Satanás contar a los soldados. Él tentó a David a confiar en su propia fuerza en vez de depender de la providencia de Dios en su defensa. Joab, el comandante del ejército de Israel, trató de persuadir a David de que no contara a Israel porque había visto a Dios obrar en favor de Israel, pero David exigió que el censo siguiera adelante. Sus acciones acarrearon calamidad a la nación, como revela el texto.
Nadie jamás confió en Dios en vano. Siempre que luches por el Señor, prepárate. Y prepárate bien. Hay una cita, atribuida a un gobernante británico, Oliver Cromwell (1599–1658), quien antes de una batalla arengó a su ejército: “¡Confíen en Dios, muchachos, y mantengan la pólvora seca!” En otras palabras, haz todo lo posible para tener éxito, pero, al final, date cuenta de que solo Dios puede darte la victoria.
En nuestro contexto inmediato, es muy tentador confiar en el poder del Gobierno o en nuestras cuentas bancarias, pero en cada crisis que se menciona en la Biblia, cuando el pueblo confiaba en Dios, él honraba su confianza y proveía para él.
Deberíamos estar usando el tiempo presente para arreglar las cuentas con Dios, saldar deudas y ser generosos con lo que recibimos. En palabras de la antigua canción evangélica: “Si alguna vez necesitamos al Señor antes, con mayor razón lo necesitamos ahora”.
¿Cómo logramos el equilibrio correcto entre hacer lo posible, por ejemplo, para tener seguridad financiera y, al mismo tiempo, confiar en el Señor en todo?