“Y hagan esto conociendo el tiempo, que ya es hora de levantarnos del sueño; pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos. La noche está muy avanzada; el día casi ha llegado. Desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de luz” (Rom. 13:11, 12).
LA HORA DE SU JUICIO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Daniel 8; 9; Esdras 7; Mateo 3:13-17; Romanos 5:6-9; Marcos 15:38; Levítico 16:16.
Hace varios años, la revista National Geographic informó de un incendio forestal en el Parque Nacional Yellowstone, en los Estados Unidos. Cuando se extinguió, los guardabosques subieron a una montaña para evaluar los daños. Un guardabosques encontró un pájaro literalmente reducido a cenizas en la base de un árbol. Consternado por la espeluznante escena, tumbó el ave con un palo.
Al tocarla, tres diminutos pajaritos se escabulleron de debajo de las alas de su madre muerta. La madre amorosa, muy consciente del desastre inminente, había llevado a sus pichones a la base del árbol y los había reunido bajo sus alas. Ella podría haber volado para salvarse, pero se rehusó a abandonar a sus bebés. ¡Qué imagen del creyente, que está a salvo en Cristo, gracias a su sacrificio!
Los fuegos del juicio de Dios se consumieron sobre él, en el Calvario, y todos los que están en Cristo están a salvo para siempre bajo sus alas. En la Cruz, Cristo fue juzgado como un pecador condenado a fin de que nosotros pudiéramos ser juzgados como ciudadanos justos del Reino celestial. Él fue juzgado como un criminal con la intención de que nosotros pudiéramos ser liberados de los fuegos destructivos de la pérdida eterna, tanto en sentido figurado como literal.