“Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos” (Efe. 1:3).
EL ESPÍRITU SANTO: SELLO Y ANTICIPO
En Efesios 1:13 y 14, Pablo relata brevemente la historia de conversión de sus lectores. ¿Cuáles son los pasos en esa historia?
Al explorar la importancia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes, Pablo utiliza dos imágenes o metáforas para el Espíritu. En primer lugar, describe al Espíritu Santo como un “sello”, al identificar la presencia del Espíritu como un sellado que se efectúa desde el momento de la conversión. En la antigüedad, los sellos se usaban para una amplia variedad de funciones: para autenticar copias de leyes y acuerdos; para validar la excelencia o la cantidad del contenido de un recipiente (p. ej., Eze. 28:12); o para atestiguar transacciones (p. ej., Jer. 32:10–14, 44), contratos, cartas (p. ej., 1 Rey. 21:8), testamentos y adopciones. Impreso en un objeto, un sello indicaba propiedad y protección. La presencia del Espíritu Santo en la vida marca a los creyentes como pertenecientes a Dios y transmite la promesa de Dios de protegerlos (comparar con Efe. 4:30). Han sido “sellados con el Espíritu Santo prometido” (Efe. 1:13).
“Pablo indica claramente que cuando alguien le da su vida a Jesús, y cree en él, el Espíritu Santo sella (verbo griego: sphragizō) a ese creyente en Cristo para el día de la Redención. ¡Qué verdad maravillosa, liberadora y tranquilizadora! El Espíritu de Dios marca a los seguidores de Cristo con el sello de la salvación cuando creen por primera vez” (Jiří Moskala, “Misinterpreted EndTime Issues: Five Myths in Adventism”, Journal of the Adventist Theological Society 28, Nº 1 [2017], p. 95).
La segunda imagen que utiliza Pablo para el Espíritu Santo es la de “garantía”. El Espíritu Santo es la garantía de nuestra herencia, que señala hacia el momento en que la herencia se entregará en su totalidad (comparar con 2 Cor. 1:22; 5:5).
La palabra que se traduce como “garantía” (arrabōn) era un préstamo hebreo que se usaba ampliamente en el griego común, o koiné, de los tiempos del Nuevo Testamento para indicar una “primera cuota”, “depósito”, “pago inicial” o “anticipo”, que requiere que el pagador realice pagos adicionales.
Ten en cuenta que los creyentes no hacen este pago inicial, sino que lo reciben de Dios. Dice Pablo que la entrañable presencia del Espíritu Santo en la vida de los creyentes es un anticipo de la herencia plena de salvación y redención que recibirán con la venida de Cristo. Nuestro trabajo es recibir con un corazón agradecido y sumiso lo que se nos ha ofrecido en Jesús.