“Él mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para desempeñar su ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:11, 12).
EL CRISTO EXALTADO, DADOR DE DONES
“No obstante, él nos ha dado a cada uno de nosotros un don especial mediante la generosidad de Cristo. Por eso las Escrituras dicen:
“ ‘Cuando ascendió a las alturas, se llevó a una multitud de cautivos y dio dones a su pueblo’.
“Fíjense que dice ‘ascendió’. Sin duda, eso significa que Cristo también descendió a este mundo inferior. Y el que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, a fin de llenar la totalidad del universo con su presencia” (Efe. 4:7–10, NTV). ¿Qué es lo que ocurre aquí, y qué quiere enfatizar Pablo en estos versículos?
Pablo citó Salmo 68:18, que dice: “Cuando ascendiste a las alturas, llevaste a una multitud de cautivos; recibiste regalos de la gente, incluso de quienes se rebelaron contra ti. Ahora el Señor Dios vivirá allí, en medio de nosotros” (NTV). Salmo 68:18 presenta al Señor, Yahvéh, como un general conquistador, que habiendo vencido a sus enemigos asciende al monte sobre el que está edificada su ciudad capital, con los cautivos de la batalla en su séquito (ver Sal. 68:1, 2). Luego recibe tributo (“recibiste regalos”) de sus enemigos vencidos (fíjate que Pablo ajusta esta imagen al Cristo exaltado, “dio dones”, basado en el contexto más amplio del Salmo; ver Sal. 68:35).
Si seguimos el orden de Salmo 68:18, el ascenso (la ascensión de Cristo al Cielo [Efe. 1:21-23]) ocurre primero, seguida del descenso, en el que el Jesús resucitado y exaltado da dones y llena todas las cosas. Esta es la forma en que Pablo describe el derramamiento pentecostal del Espíritu Santo (ver Hech. 2). Efesios 4:11 y 12 confirma esta perspectiva que identifica los dones proporcionados por el Jesús exaltado como dones del Espíritu.
“Cristo ascendió a lo alto y llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres. Después de la ascensión de Jesús, y conforme a su promesa, el Espíritu descendió en la forma de un viento recio que llenó el lugar donde se encontraban reunidos sus discípulos. ¿Cuál fue el resultado? Miles se convirtieron en un día” (Recibiréis poder, p. 160).
Aunque estos pocos versículos de Efesios son profundos, ¿cómo podemos aprender a encontrar consuelo en ellos? ¿De qué manera muestran lo que Cristo ha hecho y hará por nosotros, especialmente cuando dé “plenitud a todas las cosas en todas partes con su presencia” (Efe. 1:23, NTV)?