“Pero recibirán poder cuando venga sobre ustedes el Espíritu Santo, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8).
LA IGLESIA PRIMITIVA Y LAS ZONAS DE CONFORT
Lee Hechos 8:1 al 4. En la iglesia primitiva, ¿qué provocó la dispersión de los creyentes más allá de su zona de comodidad?
Hasta ese momento, la iglesia primitiva se encontraba principalmente en Jerusalén (o dentro del territorio judío y entre el pueblo judío). Cuando comenzó la persecución de la que Saulo, un judío devoto y fariseo, participó activamente, la iglesia de Jerusalén se dispersó por toda Judea y Samaria. Jesús lo había predicho en Hechos 1:8: “Serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria” (NVI). Esta afirmación se cumplió, tal como lo señala Hechos 8:4: “Los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban” (NVI).
Aun después de que la iglesia comenzó a avanzar más allá de Jerusalén, todavía predicaban en las regiones de los judíos o en los distritos del pueblo judío de otras ciudades. Hechos 11:19 indica que la iglesia se dispersó hasta Fenicia (Líbano) y Chipre, pero en esta etapa no predicaron el mensaje a nadie más que a los judíos. Los discípulos de Jesús y la iglesia primitiva no intentaron llevar al Señor a los gentiles, sino solo a los judíos. Todavía tenían una visión limitada sobre cuál debía ser la misión de la iglesia.
Pedro, un discípulo de Jesús y una de las figuras principales de la iglesia primitiva, era reacio a llevar el mensaje del evangelio a los gentiles, incluso después de que Pablo comenzó a hacerlo. A Pedro se lo conoce como el apóstol a los circuncisos (es decir, a los judíos), y Pablo era apóstol a los gentiles (Gál. 2:8). Al principio, Pedro ni siquiera quería que lo vieran con los gentiles (2:11, 12). Sin embargo, Dios sacó a Pedro de su zona de confort y transformó su corazón. Estaba empezando a aprender lo que realmente implicaba la comisión evangélica y lo que la muerte de Jesús pretendía lograr en todo el mundo.
Lee Hechos 10:9 al 15, 28 y 29. ¿Cuál era el mensaje que el Señor le estaba dando a Pedro, y cómo debemos nosotros, en nuestra época, aplicar este principio a la obra misionera?