“Un mandamiento nuevo les doy: que se amen unos a otros. Que se amen así como yo los he amado. En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros” (Juan 13:34, 35).
COMPARTIR LA MISIÓN DE DIOS
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 18; Santiago 5:16; Romanos 8:34; Hebreos 7:25; Génesis 19:1-29; 12:1-9.
Desde el comienzo, Abraham quiso que Dios lo utilizara para la misión. Esta verdad se hace evidente, por ejemplo, en Génesis 18, cuando Dios le advirtió lo que sucedería con Sodoma y Gomorra. “Nada hace Dios, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Y en la historia de Sodoma y Gomorra, “su siervo el profeta” era Abraham.
Abraham estaba descansando durante el calor del día cuando vio a tres viajeros. “Abraham no había visto en sus huéspedes más que tres viajeros cansados, sin imaginarse que entre ellos había Uno a quien podía adorar sin cometer pecado” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 133). No obstante, Abraham pronto se comprometió personalmente con la misión de Dios, al orar e interceder por el pueblo de Sodoma y Gomorra, procurando su salvación. En cierto sentido, si la misión no consiste en eso, ¿en qué consiste?
A lo largo de este capítulo, se revelan tres grandes cualidades espirituales de Abraham: la hospitalidad, el amor y la oración, cualidades que también pueden ser de gran ayuda en la misión.