“Él respondió: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo’ ” (Luc. 10:27).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, “El buen samaritano”, pp. 460-466.
Hay muchas personas hambrientas, necesitadas y maltratadas en nuestro mundo actual. Tú puedes hacer tu aporte, aunque parezca “pequeño”. No vamos a resolver todos los problemas del mundo antes de que Jesús vuelva; no hemos sido llamados a eso. Pero, hasta ese entonces, nuestro trabajo puede ser tan básico como ayudar a algún conocido que no tenga suficiente comida; o a un miembro de la iglesia que se enfrenta a la injusticia, incluso a la intolerancia, lo que continúa siendo un problema real en nuestro mundo actual.
“La religión pura y sin mancha delante del Padre es ésta: ‘Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo’ (Sant. 1:27). Las buenas obras son los frutos que Cristo quiere que produzcamos: palabras amables; hechos generosos, de tierna consideración por los pobres, los necesitados, los afligidos. Cuando los corazones simpatizan con otros corazones abrumados por el desánimo y el pesar, cuando la mano se abre en favor de los necesitados, cuando se viste al desnudo, cuando se da la bienvenida al extranjero para que ocupe su lugar en la casa y en el corazón, los ángeles se acercan, y un acorde parecido resuena en los Cielos. Todo acto de justicia, misericordia y benevolencia produce melodías en el Cielo. El Padre desde su Trono observa a los que llevan a cabo estos actos de misericordia, y los cuenta entre sus más preciosos tesoros. ‘Y serán míos, dice Jehová de los ejércitos, en aquel día cuando reúna mis joyas’. Todo acto misericordioso, realizado en favor de los necesitados y los que sufren, es considerado como si se lo hubiera hecho a Jesús. Cuando socorréis al pobre, simpatizáis con el afligido y el oprimido, y cultiváis la amistad del huérfano, entabláis una relación más estrecha con Jesús” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 24).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- ¿Cómo podemos asegurarnos de entender que el mandamiento de amar a Dios y a los demás no es salvación por obras? Cuando consideramos quién es Jesús y lo que hizo por nosotros en la Cruz (ver Fil. 2:5-8), ¿por qué es un error tan grande la idea de que podemos hacer algo para ganar o merecer la salvación? ¿Cómo podemos aprender a distinguir entre trabajar por la salvación, lo cual es un error fatal, y revelar en nuestra vida la salvación que ya tenemos en Jesús?
- ¿Cómo podemos aprender a reconocer algunos de los prejuicios inherentes que podemos tener hacia los que son diferentes de nosotros?
- Además de los pasajes que analizamos en la lección de esta semana, ¿qué otro respaldo bíblico encuentras para la necesidad de mostrar bondad hacia los demás, no importa quiénes sean?