“El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el mundo, y no se moverá” (Sal. 93:1).
EL SEÑOR REINA
Estrechamente ligado (mejor dicho, inseparablemente ligado) al concepto del Señor como Creador está el concepto del Señor como Soberano, como Gobernante. La declaración “El Señor reina” se proclama solemnemente en Salmos 93:1, 96:10, 97:1 y 99:1, pero sus ecos se escuchan en todo el libro de Salmos.
El Señor está revestido de honor, majestad y fuerza (Sal. 93:1; 104:1). Está rodeado de nubes y tinieblas (Sal. 97:2), pero también se cubre “de luz como de un vestido” (Sal. 104:2). Estas metáforas exaltan el poder y el esplendor del Rey, y fueron cuidadosamente escogidas para expresar la grandeza única de Dios, que está más allá de la comprensión humana.
Lee Salmo 97. ¿Qué caracteriza el reinado del Señor? (Sal. 97:2, 10). ¿Cuál es el dominio de su reinado? (Sal. 97:1, 5, 9).
El reinado del Señor se demuestra en sus obras de creación (Sal. 96:5), salvación (Sal. 98:2) y juicio (Sal. 96:10). El Señor establece su reinado sobre todo el mundo (Sal. 47:6-9). El Reino de Dios es un reino eterno, sin parangón en poder y majestad (Sal. 45:6; 93:1, 2; 103:19). El Reino del Señor se basa en la misericordia, la justicia y la rectitud, y aporta orden y estabilidad al mundo creado (Sal. 98:3; 99:4). El Reino de Dios une a los adoradores celestiales y terrenales en la alabanza a Dios (Sal. 103:20-22; 148). Muchos salmos visualizan que toda la humanidad reconoce el gobierno soberano de Dios (Sal. 96:10; 97:1; 99:1; 145:11-13).
Pero, no todos lo hacen, ni siquiera los gobernantes terrenales; al menos, por ahora. El reinado del Señor es desafiado constantemente por los impíos, que niegan al Señor, se burlan de él y oprimen a su pueblo (Sal. 14:1; 74:3-22). Aunque se ve desafiado por la prosperidad de algunos impíos y turbado por la “indulgencia” de Dios, el salmista confía en el gobierno soberano de Dios y continúa deleitándose en la seguridad de los justos juicios de Dios (Sal. 68:21; 73:17-20). Por la fe, el pueblo de Dios se regocija en el establecimiento del Reino de Dios mediante el ministerio redentor de Cristo y espera la consumación del Reino en la segunda venida de Cristo (Mat. 12:26-28; 1 Cor. 15:20-28).
“Los que aman al Señor, aborrezcan el mal” (Sal. 97:10). ¿Por qué nuestro amor a Dios debe hacernos odiar el mal? ¿Cómo se relacionan estos dos conceptos?