“El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el mundo, y no se moverá” (Sal. 93:1).

DIOS ES EL JUEZ

martes 16 de enero, 2024

Lee Salmo 75. ¿Por qué es vana la jactancia de los impíos?

Como Rey soberano, el Señor es también Legislador (Sal. 99:7) y Juez (Sal. 98:9; 97:2). Los impíos amenazan constantemente el orden justo que Dios estableció en el mundo, pero el Señor juzgará al mundo y pondrá fin al dominio del mal (Sal. 75:8-10; Sal. 96:13).

En Salmo 75, varias imágenes describen la destrucción irrevocable de los impíos. La imagen de una copa con vino tinto (Sal. 75:8) transmite la intensidad de la furia de Dios (Jer. 25:15; Apoc. 14:10). El corte de los cuernos de los impíos representa el fin de su poder y dominio, mientras que el poder de los justos será exaltado (Sal. 75:10). Dios tiene un “tiempo designado” (Sal. 75:2) para su juicio. Este juicio ejecutivo claramente tendrá lugar al final de los tiempos (Sal. 96:13; 1 Cor. 15:23-26).

El Señor sondea el corazón de las personas como parte de su juicio. Lee Salmo 14:2. Es una reminiscencia de Génesis 6:5 y 8. Ambos textos muestran que el examen que Dios hace de la vida de las personas y la búsqueda que realiza para ver a quiénes puede salvar preceden a la ejecución del juicio de Dios sobre el mundo. Este juicio a veces se denomina “Juicio Investigador”, cuando Dios defiende a los justos y decide el destino de los impíos.

¿Cómo funciona? En primer lugar, Dios libera a su pueblo de los impíos (Sal. 97:10; 146:9) y

corona a los humildes con la salvación (Sal. 149:4). En segundo lugar, los impíos que no se arrepienten son destruidos para siempre (Sal. 97:3). Algunos salmos describen poéticamente la inutilidad de las armas humanas contra el Juez divino (Sal. 76:3-6). El Señor es también un Dios que perdona, aunque castiga las maldades de la gente (Sal. 99:8). El pueblo de Dios, no solo los impíos, dará cuenta a Dios (Sal. 50:4; 135:14).

Salmos transmite la misma noción que se expresa en otros textos bíblicos, de que el juicio de Dios comienza con el pueblo de Dios y se extiende a toda la Tierra (Deut. 32:36; 1 Ped. 4:17). El salmista clama a Dios para que lo juzgue, pero confía en la justicia de Dios para que lo defienda (Sal. 7:8-11; 139:23, 24).

Salmos nos llama a alegrarnos a la espera de los juicios de Dios (Sal. 67:4; 96:10-13; 98:4-9). ¿En qué medida el juicio de Dios es una buena noticia para quienes están cubiertos por la sangre de Cristo?