“¡Espera en el Señor! ¡Esfuérzate y aliéntese tu corazón! ¡Espera en el Señor!” (Sal. 27:14).

LA ALEGRÍA LLEGA POR LA MAÑANA

jueves 28 de marzo, 2024

Lee Salmos 5:3; 30:5; 49:14; 59:16; 92:2; 119:147; 2 Pedro 1:19; y Apocalipsis 22:16. ¿Qué momento del día se describe simbólicamente como el momento de la redención divina, y por qué?

En los salmos, la mañana es generalmente el momento en que se anhela la redención de Dios. La mañana revela el favor de Dios, que pone fin a la larga noche de desesperación y angustia (Sal. 130:5, 6). En Salmo 143, la liberación de Dios invertirá la oscuridad presente de la muerte (Sal. 143:3) en la luz de una nueva mañana (Sal. 143:8); y el estar en la fosa (Sal. 143:7), en residir en la “tierra de rectitud” (Sal. 143:10).

Lee Marcos 16:1 al 8. ¿Qué sucedió en la mañana de la que se habla aquí, y por qué es tan importante para nosotros?

La mañana de la resurrección de Jesucristo abrió las puertas a la mañana eterna de la salvación de Dios para todos los que creen en su nombre. Los discípulos de Jesús experimentaron toda la fuerza de la promesa de Salmo 30:5: “El llanto puede durar una noche, pero a la mañana viene la alegría”, cuando se encontraron con el Señor resucitado. Únicamente por el favor y el amor incondicional de Dios, nuestro llanto se transforma en alegría (Sal. 30:5, 7).

Como la estrella de la mañana anuncia el nacimiento de un nuevo día, así la fe anuncia la nueva realidad de la vida eterna en los hijos de Dios (2 Ped. 1:19). A Jesús se lo llama la estrella resplandeciente de la mañana (Apoc. 22:16), a quien esperamos ansiosamente para que establezca su Reino, en el que ya no habrá noche, maldad ni muerte (Apoc. 21:1-8, 25). A fin de cuentas, más que ninguna otra cosa, esto es lo que esperamos cuando hablamos de esperar en el Señor. Y, por cierto, la espera merece la pena.

“Sobre la tumba abierta de José, Cristo había proclamado triunfante: ‘Yo soy la resurrección y la vida’. Únicamente la Deidad podía pronunciar esas palabras. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más insignificante, todos son abastecidos por la Fuente de vida. Solo el que es uno con Dios podía decir: ‘Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tomarla de nuevo’. En su divinidad, Cristo poseía el poder para romper las ligaduras de la muerte” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 729).

Se ha dicho que la muerte está grabada en nuestras células desde el nacimiento. Aunque sea cierto, al menos para nosotros, seres caídos, ¿qué nos ha prometido la resurrección de Jesús acerca de la temporalidad de la muerte? ¿Por qué no debemos olvidar nunca lo temporal que es la muerte para nosotros?