“Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos solo por tu palabra, sino porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad este es el Salvador del mundo’ ” (Juan 4:42).

LA REVELACIÓN DE JESÚS

miércoles 30 de octubre, 2024

Lee Juan 4:16 al 24. ¿Qué hizo Jesús para mostrar a esta mujer que conocía sus secretos más profundos, y cómo respondió ella?

La luz era demasiado cegadora para mirarla directamente. Aunque reconoce a Jesús como profeta, la mujer vuelve a practicar la evasión. Plantea a Jesús una cuestión de controversia religiosa entre judíos y samaritanos: el lugar adecuado para el culto.

En respuesta, Jesús señaló que los samaritanos no sabían lo que adoraban. Su culto era una síntesis de judaísmo y paganismo. Los judíos adoraban al Dios que se revela a sí mismo, otra admisión importante para un samaritano.

El culto al Dios verdadero no está ligado a un lugar. La discusión, por lo tanto, acerca del lugar de adoración era irrelevante. Puesto que Dios es espíritu, quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. La mujer aceptó la pura verdad transmitida por Jesús y estuvo dispuesta a recibir más luz.

Lee Juan 4:25 y 26. ¿Cómo le reveló Jesús su identidad?

Este es el único pasaje en los cuatro evangelios donde Jesús dijo claramente a alguien que él era el Mesías antes de su juicio. No lo hizo a una gran multitud o a un personaje importante, sino a una anónima y solitaria mujer samaritana junto al pozo de Jacob. Él se interesa por cualquier alma que se siente apartada y sola.

Así, Jesús revela abiertamente quién es a esta mujer extranjera y de condición moral cuestionable. Y, tras mostrarle que conoce sus secretos más oscuros, le dio una gran razón para creer en él.

¿Qué debería decirnos esta historia acerca de por qué el evangelio debe derribar las barreras que los humanos creamos entre nosotros?