«Mas alábese en esto el que haya de alabarse: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra, porque estas cosas me agradan, dice Jehová» (Jer. 9: 24).

EL AMOR DE DIOS POR LA JUSTICIA

sábado 1 de febrero, 2025

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 33: 5; 85: 10; Deuteronomio 32: 4; Santiago 1: 17; Tito 1: 2; Éxodo 32: 14; Mateo 5: 43–48.

En el antiguo Cercano Oriente, los «dioses» de las naciones no solo eran volubles, inmorales e impredecibles, sino que también ordenaban atrocidades, como el sacrificio de niños. Incluso complaciéndolos, los pueblos paganos no podían contar con su favor, por lo que no se atrevían a disgustar a sus «deidades» tribales.

Según Deuteronomio 32: 17, detrás de tales «dioses» había demonios (ver también 1 Cor. 10: 20, 21). Sus formas de culto se prestaban al abuso, y sumían al pueblo en una gran oscuridad espiritual y moral.

El Dios de la Biblia es totalmente diferente de esas fuerzas demoníacas, ya que es perfectamente bueno y su carácter es inmutable. Solo en virtud de la bondad constante de Dios podemos tener esperanza ahora y para la eternidad.

En marcado contraste con los falsos dioses del mundo antiguo, e incluso con los «dioses» modernos, Jehová se preocupa profundamente por el mal, el sufrimiento, la injusticia y la opresión, todo lo cual condena de manera constante e inequívoca y hará desaparecer.