“Entonces miré y vi al Cordero de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escrito en sus frentes” (Apoc. 14:1).

ENSEÑA A LOS TRANSGRESORES TU CAMINO

jueves 22 de mayo, 2025

Después de que el Señor apareció a Isaías en la escena de la sala del Trono de Isaías 6:1 al 8, y después de que se le dijo que su culpa había sido quitada y su pecado perdonado, respondió al llamado de Dios diciendo: “Aquí estoy, envíame a mi” (Isa. 6:8). Cuando supo que había sido limpiado por Dios, y a pesar de conocer sus faltas, estuvo dispuesto a trabajar para el Señor.

¿No ocurre lo mismo con nosotros? ¿Cómo podemos proclamar la salvación a otros si nosotros mismos no la hemos experimentado? La salvación puede ser nuestra por la fe en Jesús y en lo que él ha hecho por nosotros.

Lee Salmos 51:7 al 15. ¿Qué promete hacer David después de haber sido perdonado y limpiado de su pecado?

Ser llamado a la presencia de Dios es, en última instancia, ser enviado al mundo con una misión. En su sabiduría, Dios ha comisionado a los redimidos para servir como su vocero principal en favor de un mundo caído. El impacto de su pueblo en la Tierra se hará sentir poderosamente en algún momento. Apocalipsis 18:1 dice que su llamado final dirigido al planeta caído iluminará el mundo entero.

“Tan pronto como uno va a Cristo, nace en el corazón un vivo deseo de hacer conocer a otros cuán precioso amigo ha encontrado en Jesús; la verdad salvadora y santificadora no puede permanecer encerrada en el corazón. Si estamos revestidos de la justicia de Cristo y rebosamos de gozo por la presencia de su Espíritu, no podremos guardar silencio. Si hemos gustado y visto que el Señor es bueno, tendremos algo que decir. Como Felipe cuando encontró al Salvador, invitaremos a otros a ir a él” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 66).

Los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14 se basan en el “evangelio eterno” (Apoc. 14:6). Esto significa que, aun antes de la exhortación a adorar a aquel “que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7), del anuncio de la caída de Babilonia (Apoc. 14:8) y de la advertencia contra la adoración “a la bestia y a su imagen” (Apoc. 14:9), se proclama el fundamento del evangelio, de la salvación en Jesús. Las advertencias y los mensajes de los tres ángeles no son otra cosa que la esperanza y la confianza que los voceros de esos mensajes tienen en Jesús y en lo que ha hecho por ellos. Fuera del “evangelio eterno”, realmente no tenemos nada de valor que decir al mundo.

Medita en el hecho de que, incluso antes del inicio de la proclamación de los mensajes de los tres ángeles, se nos señala el “evangelio eterno”. ¿Qué nos dice esto acerca de cuán fundamental es esta verdad para todo lo que creemos?