“Entonces miré y vi al Cordero de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escrito en sus frentes” (Apoc. 14:1).
SALMOS 5
Lee Salmos 5, donde David traza agudos contrastes entre los perdidos y quienes han sido redimidos. Compara el contenido de este salmo con el lenguaje de Apocalipsis 14:1 al 12. ¿Qué similitudes encuentras y cómo influye esto en tu comprensión de lo que significa formar parte del movimiento remanente de los últimos días creado por Dios?
Nota que David insiste en que el mal “no habitará” con Dios (Sal. 5:4). El objetivo del Tabernáculo era que Dios pudiera habitar entre su pueblo, algo que Dios también pretende en el caso del reino de Cristo (ver Apoc. 21:3). Quienes quieran acercarse al Trono de Dios deben ser redimidos.
También es digno de mención que Salmo 5:7 describe un acto de adoración, que es la cuestión central en juego en el Gran Conflicto. Apocalipsis 13 menciona cinco veces la “adoración”, y los mensajes de los tres ángeles llaman al mundo a adorar “al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”. David dice que “reverencia” a Dios, y el mensaje del Remanente hace el siguiente llamado al mundo: “Respeten a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio” (Apoc. 14:7; BP).
Observa también que “no se halló engaño” en las bocas de los redimidos (Apoc. 14:5), pues son veraces, y sus palabras y sus acciones reflejan el carácter justo de Dios. Según David, “no hay sinceridad” en la boca de los malvados (Sal. 5:9).
La escena que Juan presenta en esta parte clave del Apocalipsis es asombrosa: simples pecadores han sido rescatados de la muerte y tienen el privilegio de estar en la presencia de Dios. No han ganado ese derecho, sino que les ha sido concedido porque el Cordero de Dios, el justo Hijo del Hombre, está allí con ellos. Fueron perdonados, están redimidos y ya no tienen que cargar con su propia culpa (comparar con Sal. 5:10), porque el Cordero de Dios la ha llevado por ellos (comparar con Isa. 53:12 y 2 Cor. 5:21).
Cuando el nombre de Dios ha sido escrito en el corazón, es difícil permanecer en silencio. El pueblo de Dios hace un último ofrecimiento de misericordia a “gran voz” (Apoc. 14:7). “Pero alégrense todos los que en ti confían; den siempre voces de júbilo, porque tú los defiendes. En ti se regocijen los que aman tu nombre” (Sal. 5:11).
Imagina que estás ante un Dios santo y perfecto en ocasión del Juicio y con todos tus hechos expuestos ante él. ¿Qué te dice esta perspectiva acerca de tu necesidad de la justicia de Cristo?