“Entonces miré y vi al Cordero de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escrito en sus frentes” (Apoc. 14:1).

LA LEY EN NUESTROS CORAZONES

martes 20 de mayo, 2025

El remanente reunido en Sion tiene un nombre escrito en la frente: el del Padre y del Cordero. Puesto que Jesús es la imagen misma del Padre, es dudoso que se trate de dos nombres diferentes. En las Escrituras, un “nombre” no representa una simple designación con la que las personas se dirigen unas a otras, sino el carácter. Aún hoy, en muchas culturas se dice que una persona tiene un “buen nombre” cuando los demás opinan bien de su carácter.

Lee Éxodo 33:18 al 23; Éxodo 34:1 al 7; y Salmos 119:55. Cuando Moisés pidió ver la gloria de Dios, ¿cuál fue la respuesta divina? ¿Qué ocurrió luego, cuando Dios proclamó su nombre ante Moisés (Éxo. 34:5-8)?

Algunos imaginan adecuadamente la gloria de Dios como una luz enceguecedora e inaccesible. No obstante, la gloria divina es más que una simple exhibición visual. Su gloria es su carácter. Lo mismo ocurre con el nombre de Dios, que también representa su carácter.

Cuando la Biblia dice que los integrantes del Remanente tienen el nombre de Dios escrito en sus frentes, no se refiere a una inscripción literal, sino al carácter divino presente en la mente, en el corazón. La vida de ellos refleja el amor y el carácter de Dios como resultado de haber sido atraídos a Dios y de amarlo a causa de quién es y de lo que ha hecho por ellos.

Cuán interesante es también el hecho de que cuando Dios se describe a sí mismo ante Moisés, lo hace en conjunción con la entrega de otra copia de los Diez Mandamientos, una transcripción de su carácter. Del mismo modo, quienes tienen el “nombre” de Dios en sus frentes en Apocalipsis 14 son los que “guardan los mandamientos de Dios”. Nota lo que dice Hebreos: “Este es el pacto que haré con ellos, después de esos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en sus corazones y las grabaré en sus mentes. Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Heb. 10:16, 17). He allí una notable definición del evangelio. Aunque la Ley de Dios se refleja en nuestra vida, todavía necesitamos que nuestros pecados no sean recordados “nunca más”.

El nombre de Dios es su carácter. Su ley moral es un trasunto de su carácter. Y aquellos que se reúnen en el monte santo de Dios en los últimos días están imbuidos de un amor por Dios que se pone de manifiesto en la obediencia a su Ley.

Si somos salvos por la fe y no por la Ley, ¿cuál es entonces la importancia de la Ley de Dios? (Ver 1 Juan 5:3).