“Cuando él vio a la reina Ester en el patio, ella obtuvo gracia en sus ojos, y el rey le extendió el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro” (Est. 5:2).

RUT Y BOOZ

lunes 9 de junio, 2025

Noemí pidió que cambiaran su nombre por el de Mara (“amargura”, en hebreo), a causa de la amargura que le había sobrevenido (ver Rut 1:20). La relación con nuestro Creador ha quedado irremediablemente dañada por el pecado, lo que nos ha sumido en la pobreza espiritual. Nuestras perspectivas son sombrías y nos pasamos la vida espigando lo que podemos de los rincones del sembrado, viviendo de las migajas de alegría que aún pueden encontrarse en un mundo malogrado. Pero todo cambia cuando descubrimos que Dios no nos ha olvidado.

Lee Rut 2:5 al 20. ¿Por qué es el momento allí narrado tan crucial dentro del relato? ¿Por qué fue el descubrimiento que hizo Noemí de la identidad de su benefactor una noticia tan buena?

Noemí no podía tomar posesión de la tierra de su esposo Elimelec sin obtener ayuda de la familia de su esposo. Ella esperaba que Rut pudiera casarse con un pariente cercano de su difunto esposo y tuviera un hijo en nombre de Elimelec. Dios había dispuesto en Israel que las personas pudieran reclamar su herencia en la Tierra Prometida: se necesitaba un pariente cercano para redimir la herencia de Elimelec. Booz no era solo un agricultor bondadoso; él era un pariente de Elimelec que podía redimir la tierra. Si alguien no podía pagar sus deudas y reclamar su participación en la herencia de Israel, un pariente cercano podía hacerlo en su lugar: “Si tu hermano se empobreciere y te vendiese parte de su propiedad, vendrá el rescatador, su pariente más cercano, y rescatará todo lo que su hermano haya vendido” (Lev. 25:25).

El descubrimiento de que Booz no solo era bondadoso y generoso, sino también un pariente fue la mejor noticia posible, pues significaba que la pobreza en que vivían estas dos mujeres no tenía por qué durar para siempre.

Los cristianos han entendido desde hace mucho tiempo que Booz es un tipo de Cristo, no solo nuestro Creador, sino también quien eligió convertirse en nuestro Pariente; es decir, en un ser humano real, de carne y hueso. He allí una de las razones por las que vez tras vez se llamó a sí mismo “el Hijo del hombre” (Mat. 12:8; Mar. 8:31; Luc. 22:22; Juan 3:14).

Demasiada gente asocia a Dios con la dureza y piensan que quizá nos deje entrar en el Cielo si logramos marcar todas las casillas correctas en un cuestionario moral, pero que, aun así, lo hará a regañadientes. La imagen de Cristo revelada en la persona de Booz desplaza por completo esas nociones erróneas. Dios no solo se fija en nosotros a pesar de nuestra profunda indigencia espiritual, sino también nos quiere como su esposa.

Trata de comprender que el Creador no solo se convirtió en parte de su propia Creación, sino también murió por ella. ¿Cómo debería influir esta asombrosa verdad en nuestra propia existencia?