“Los israelitas, gimiendo a causa de la servidumbre, clamaron, y su clamor subió hasta Dios con motivo de su servidumbre. Dios oyó su gemido, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los israelitas y reconoció su condición” (Éxo. 2:23-25).
EL PUEBLO DE DIOS EN EGIPTO
El libro de Éxodo es conocido como shemot (“nombres”) en hebreo, en armonía con las palabras iniciales de ese antiguo documento que comienza con la expresión: “Estos son los nombres...”, en referencia a los de la familia del patriarca Jacob que se enumeran desde el principio.
Lee Éxodo 1:1 al 7. ¿Qué verdad crucial se expresa aquí?
El libro de Éxodo comienza con un recordatorio de la bendición de Dios. Cuando el patriarca Jacob y su familia se establecieron en Egipto eran solo setenta personas (Gén. 46:27; Éxo. 1:5), pero los israelitas “crecieron y se multiplicaron. Se aumentaron y fortalecieron en extremo, y llenaron el país” (Éxo. 1:7). En la época del éxodo eran “como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar las mujeres y los niños” (Éxo. 12:37).
Lee Éxodo 1:8 al 11. ¿Cuál era la situación de los israelitas en el momento del éxodo?
El texto bíblico describe con tonos oscuros la historia de los hijos de Israel en Egipto, ya que comienza con su esclavitud a manos de los capataces egipcios y el trabajo opresivo que se les impuso. Sin embargo, el libro de Éxodo termina con la presencia apacible y reconfortante de Dios en el Tabernáculo, en el centro del campamento israelita (ver Éxo. 40). Entre estos dos polos opuestos se describe el triunfo de Dios. Al liberar el Señor a su pueblo de la esclavitud, al abrir el Mar Rojo y al derrotar al ejército más poderoso de la época, se revela la espectacular victoria de Dios sobre las fuerzas del mal.
El relato destaca la paradoja de que, cuanto más afligían los opresores a los israelitas, “tanto más se multiplicaban y crecían” (Éxo. 1:12). Es decir, independientemente de las maquinaciones humanas, Dios sigue siendo soberano y salvará a su pueblo aunque las circunstancias parezcan desesperadas, al menos desde una perspectiva humana.
Surgió un nuevo rey que no conocía a José. ¿Qué nos enseña este relato acerca del error de dar por sentadas las circunstancias, especialmente las buenas?