“Después Moisés y Aarón se presentaron ante Faraón, y le dijeron: El Señor, el Dios de Israel, dice así: ‘Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto’. Y Faraón respondió: ‘¿Quién es el Señor para que yo obedezca su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel’ ” (Éxo. 5:1, 2).

¿QUIÉN ES EL SEÑOR?

domingo 13 de julio, 2025

Tras las órdenes de Dios, Moisés se presenta ante el faraón para iniciar el proceso en virtud del cual él sacaría de Egipto al pueblo de Dios (Éxo. 3:10).

¿Cuál fue la respuesta del faraón a la exigencia divina: “Deja ir a mi pueblo” (ver Éxo. 5:1, 2) y qué es lo significativo de su respuesta?

“¿Quién es el Señor?”, declara el faraón, no con el deseo de conocerlo, sino como un acto de desafío o incluso de negación de Dios, a quien admite que no conoce.

“Yo no conozco al Señor”, dice, casi como un alarde. ¿Cuántas personas han dicho lo mismo a lo largo de la historia? Cuán trágico es eso porque, como dijo el mismo Jesús: “Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Juan 17:3).

Egipto, con el faraón como rey, representa un poder que niega la presencia y la autoridad de Dios. Es una entidad que se opone a Dios, a su Palabra y a su pueblo.

La siguiente declaración del faraón (“tampoco dejaré ir a Israel”) pone aún más de manifiesto esta rebelión contra el Dios vivo, convirtiendo a Egipto en un símbolo no solo de la negación de Dios, sino de un sistema que lucha contra él.

No es de extrañar que muchos vieran esta misma actitud, milenios después, en la Revolución Francesa (ver también Isa. 30:1-3; Apoc. 11:8). El faraón creía ser una deidad o el hijo de un dios, claro ejemplo de la pretensión de que el poder, la fuerza y la inteligencia propios son supremos.

“De todas las naciones mencionadas en la historia bíblica, fue Egipto la que con más osadía negó la existencia del Dios vivo y resistió sus mandatos. Ningún monarca se aventuró jamás a rebelarse tan osada y altaneramente contra la autoridad del Cielo como el rey de Egipto. Cuando se presentó Moisés ante él para comunicarle el mensaje del Señor, el faraón contestó con arrogancia: ‘¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel’ (Éxo. 5:2). Esto es ateísmo; y la nación representada por Egipto iba a oponerse de un modo parecido a la voluntad del Dios vivo, y manifestaría el mismo espíritu de incredulidad y provocación” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 312).

Si alguien te preguntara si conoces al Señor, ¿qué le responderías? Si tu respuesta fuera afirmativa, ¿cómo lo describirías y por qué?