"Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala" (Zacarías 3:4)

El acusador y el acusado

lunes 23 mayo, 2011

"Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle" (Zacarías 3:1). ¿Qué verdades importantes, en el contexto del gran conflicto (y en el contexto de la visión misma) se revelan aquí?

Unos pocos puntos vitales se presentan sólidamente aquí. Primero, el acusado es Josué, el sumo sacerdote, que está como un representante de todo el pueblo de Dios. Descrito en esta visión como un sacerdote que se enfrentan a Dios, Josué representa a Israel con todas sus faltas, limitaciones y pecados. No hay dudas: el pueblo no es inocente, no merece la restauración que Dios le ofrece y que él reclama para sí con fe y arrepentimiento.

Y Satanás está allí para acusarlos, para alegar contra su arrepentimiento, y contra su deseo de encontrar la misericordia y la gracia de Dios. ¿Qué mejor manera de desanimar a la gente, en la gran controversia, que hacerle pensar que sus pecados son demasiado grandes para que Dios los perdone? ¡Cuántas almas, a lo largo de la historia, y aún hoy, han caído presas de este malvado ardid de Satanás! Esta amenaza tiene tanta fuerza porque no tiene que mentir acerca de nuestros pecados. Solo tiene que recordarlos y, si no supiéramos acerca de la gracia de Dios, quedaríamos aplastados con un sentido de desesperación. Aun sin un acusador que los eche en cara ante Dios, nuestros pecados son más que suficientes para condenarnos.

El verbo hebreo traducido aquí  como "acusar" viene de la misma palabra que "Satán"; son las mismas tres consonantes hebreas, que forman la base de ambas palabras. No hay dudas, Satanás es el acusador: "Oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el  reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche" (Apocalipsis 12:10).

Aunque no es bueno meditar en nuestros pecados, a veces es necesario mirarlos seria y honestamente. ¿Qué cambios debes hacer en tu vida, y qué promesas bíblicas puedes reclamar para que esas promesas sean reales y efectivas? Piensa en lo que está en juego si permites que el pecado te domine.

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