"Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado" Lucas 15:32

El mejor vestido

miércoles 01 junio, 2011

Como vimos, el hijo mismo tomó la decisión de regresar. No hubo presión de parte del padre. Dios no fuerza a nadie a ser obediente; si él no forzó a Satanás a ser obediente en el cielo, o a Adán y a Eva a ser obedientes en el Edén, ¿por qué hacerlo ahora, mucho después de que las consecuencias de la desobediencia hicieron estragos en la humanidad? (Romanos 5:12-21).

   Lee Lucas 15:20 al 24. ¿De qué modo reaccionó el padre ante la confesión del hijo? ¿Cuántas penitencias, obras o actos de restitución demandó del hijo antes de aceptarlo otra vez? ¿Qué mensaje hay allí para nosotros? Ver también Jeremías 31:17 al 20.

   El hijo hizo una confesión a su padre, pero al leer el texto podemos tener la impresión de que el padre casi no la oyó. Observen el orden: el padre corrió al encuentro del hijo, cayó sobre él y lo besó. Claro, la confesión estaba bien, y probablemente le hizo más bien al hijo que al padre, pero en ese momento las acciones del hijo hablaban más alto que sus palabras. El padre ordenó que trajeran "el mejor vestido" y se lo pusieran al hijo. La palabra griega traducida "mejor" (de protos) a menudo significa "primero" o "principal". El padre le estaba dando lo mejor que tenía.

   Piensa en el contexto también: el hijo había estado viviendo en la pobreza por quién sabe cuánto tiempo. Probablemente no vino vestido con la mejor ropa. Después de todo, había estado alimentando cerdos hasta esos días. El contraste, sin duda, entre lo que vestía cuando el padre lo abrazó (nota, el padre no esperó que se hubiera lavado antes de arrojarse sobre él) y el manto que le puso no podría haber sido más grande.

   Lo que esto muestra es que la restauración, por lo menos entre el padre y el hijo, fue completa. Si consideramos "el mejor vestido" como el manto de la justicia de Cristo, entonces todo lo que necesitaba fue provisto allí mismo. El pródigo se había arrepentido, había confesado y se había vuelto de sus caminos. El padre proveyó el resto. Ese es un gran símbolo de la salvación.

   Es fascinante que no haya un "Te lo dije" de parte del padre. No había necesidad de ello. El pecado cosecha su propio salario. Cuando tratamos con personas que vuelven al Señor después de apartarse, ¿cómo podemos aprender a no arrojarles sus pecados en la cara?

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