"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:1)

Días de fervor

domingo 05 junio, 2011

Mateo 21, al contar algunos de los últimos días del ministerio de Jesús, está lleno de drama, tensión y excitación. También revela la  alarmante capacidad de nuestros corazones de engañarnos, y el poder del mal para cegar nuestras mentes aun a las verdades más obvias. Es fácil, ahora, mirar hacia atrás y pensar: ¿Cómo pudieron esos líderes ser tan duros, tan ciegos, frente a toda la evidencia que Jesús les había dado?

Sin embargo, no debemos engañarnos. ¿Hay alguna razón para pensar –aun con tanta luz– que somos muy diferentes? ¿No mostramos, a veces, una indiferencia obstinada hacia la verdad, especialmente cuando ella  interfiere con nuestros pecados favoritos y nuestra mundanalidad? Claro, Cristo murió por nosotros, y el perdón está disponible para todos. Pero, esas mismas palabras también pueden decirse de las personas que aparecen en este capítulo, los que le dieron las espaldas a Jesús y actuaron contra él. Cuán cuidadosos debemos ser, porque nos engañamos a nosotros mismos al pensar que no podemos ser engañados.

Lee Mateo 21 completo, que es la espina dorsal de la parábola del capítulo siguiente. ¿Cuál es el tema básico del capítulo? Si tuvieras que dar un resumen de él en pocas palabras, ¿qué dirías? ¿Qué lecciones espirituales podemos obtener para nosotros mismos?

Las últimas dos líneas son las más fascinantes de todo el capítulo. No importa cuán endurecidos estuvieran los corazones del pueblo hacia Jesús, algo de su mensaje les llegó, porque sabían que él había estado hablando de ellos. Una cosa hubiera sido si no captaban nada, pero no fue así. Ese era el problema: parecieron haberlo entendido lo suficiente para querer sacar a Jesús del camino. Cuán fascinante era el hecho de que las multitudes judías atraídas a Jesús refrenaban a los líderes para no arrestarlo. Cuán triste es que quienes deberían haber sido maestros de los demás eran quienes tenían más que aprender y, en muchos casos, nunca lo aprendieron. Cuando finalmente lo hagan, será demasiado tarde (Romanos 14:10).

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