"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:1)

La invitación del rey

lunes 06 junio, 2011

Una cosa es tener un casamiento. Otra cosa es que un rey tenga un casamiento. Y ser invitado a un casamiento celebrado por un rey para su propio hijo debió haber sido realmente un gran honor. Las imágenes de unas bodas aquí, específicamente del hijo, son una referencia obvia a la relación entre Jesús y su iglesia (Apocalipsis 21:2, 9; Efesios 5:21-23).

Lee Mateo 22:1 al 8. ¿Cuál es la relación de esta parte de la parábola con lo que vimos en el capítulo anterior? ¿Qué tema aparece aquí?

Nota, también, que el rey hizo todos los preparativos: arregló el casamiento, preparó la cena, hizo matar a los animales. De hecho, el mensaje era: "Todo está listo; vengan a las bodas". Al final, todo lo que la gente debía hacer era aceptar lo que se le ofrecía.

Además, nota los factores que hicieron que la gente despreciara la invitación. Algunos no la tomaron en serio, no creyeron que era importante. Eso podría simbolizar a los que hoy no toman en serio las demandas de Dios, que por diversas razones no se abren a la verdad. Otros "se fueron". Jesús dijo que el camino a la salvación es angosto (Mateo 7:14); la gente encuentra toda suerte de excusas para evitar y rechazar la invitación. Para otros, el atractivo fueron sencillamente las cosas materiales. Y, finalmente, mientras algunos simplemente ignoraron la invitación, otros hasta persiguieron a los que la daban. Cualquiera que haya sido la razón, todos quedaron afuera. Piensa, además, acerca de las palabras del rey, que dijo que los que habían rechazado la invitación "no eran dignos". ¿Cómo entendemos esto, a la luz de la universalidad de todos los pecados humanos y su condición pecaminosa? ¿Hay alguno de nosotros que realmente sea digno de ser invitado a la fiesta del rey? Al final "ser digno", en el sentido bíblico, proviene de lo que Cristo hace por nosotros; nuestra dignidad no está en nosotros mismos sino en lo que permitimos que Dios haga por nosotros y en nosotros.

De las razones que dieron los que rechazaron la invitación, ¿cuál encuentras más difícil de manejar en tu propia vida? ¿Qué promesas puedes reclamar que te permitirán resistirla?

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