"Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe" (1 Corintios 13:1).

LA PREDICACIÓN DE LA PALABRA

lunes 12 de septiembre, 2011

Una gran parte de la tradición protestante acerca de la adoración ha sido la predicación de la Palabra. Una sagrada responsabilidad recae sobre quienes tienen la tarea de enseñar, predicar, exhortar y animar. La música, la liturgia, la oración, la Cena del Señor y el lavamiento de los pies, todos tienen su lugar, pero, tal vez, nada es más importante que lo que se predica desde el púlpito durante la hora de adoración.

Lee el sermón de Pedro el día de Pentecostés (Hechos 2:14-41). ¿Cuán importantes son los temas de las Escrituras, las doctrinas, la profecía, Cristo, el evangelio y la salvación expresados por Pedro, y por qué son tan esenciales en la predicación?

¡Qué experiencia habrá sido escuchar al pescador Pedro predicar con tanto poder y autoridad! Sus palabras no mostraron vacilación, ni ninguna duda, sino más bien revelaron que el Espíritu estaba trabajando por medio de él. En toda su homilía, Pedro no vacila sino que usa las Escrituras (entonces, solo el Antiguo Testamento) y predica con poder el evangelio de Jesucristo, el crucificado y resucitado Mesías, quien ahora está "exaltado por la diestra de Dios" (Hechos 2:33). Es sorprendente cómo en un discurso tan breve cubre una gran cantidad de información, desde el derramamiento del Espíritu Santo, hasta el arrepentimiento y la segunda venida de Cristo.

¿Cuál fue el resultado de la predicación en este culto de adoración? Ver Hechos 2:41. ¿Qué podemos obtener de este hecho para nosotros mismos y para nuestros cultos sabáticos?

Sin duda, este habrá sido un culto de adoración muy especial. Pero, al mismo tiempo, tenemos las mismas promesas que ellos tuvieron. Tenemos la misma Biblia que ellos tuvieron (y ahora el Nuevo Testamento también) y el mismo Señor, que nos ofrece el mismo Espíritu. ¿Por qué, entonces, no tener cultos de adoración con esa clase de poder que vemos aquí? ¿Qué nos retiene?