“Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado” (Marcos 6:30).

INFORMES Y MOTIVACIÓN

miércoles 13 de junio, 2012

Al hablar de motivación, nos referimos a las razones de por qué creemos o hacemos cosas. También es cierto que informamos por una o más razones. Estas pueden ser tratar de convencer a una comisión de que siga dando recursos, o convencer a la gente de suspender un programa o de cambiar el personal directivo. Si se da información parcial o no se la destaca, las decisiones resultantes tal vez no sean las mejores. Por eso, los informes deberán ser honestos y justos.

Lee Números 13:17 al 33. Los doce espías vieron las mismas cosas; ¿por qué solo dos de los doce respondieron positivamente? ¿Qué lección obtenemos de este incidente para nosotros?

Aunque Dios les había prometido que poseerían la tierra, algunos de los espías no estaban seguros. Josué y Caleb dieron un buen informe y sugirieron que fueran de inmediato a poseerla (versiculo 30). Otros, que vieron lo mismo, dieron un mal informe: destacaron los obstáculos, y sugirieron volver a Egipto.

Al dar informes, debemos procurar revelar la voluntad de Dios a la luz de sus bendiciones. No informaremos cuán bien hacemos las cosas, sino cuán bien hacemos la voluntad de Dios (ver Mateo 7:21). Los últimos modelos de evangelización pueden atraparnos, y medir nuestros éxitos por cuán bien estamos en comparación con otras iglesias. Podemos estar más interesados en aparecer como exitosos que en buscar la voluntad de Dios para nuestra iglesia y seguirla por su gracia.

Es un desafío hoy, cuando nos bombardea una lista de “mejores” formas de alcanzar a otros. En el informe de los espías, Josué y Caleb vieron los obstáculos para tomar la tierra, pero conocían la voluntad de Dios. Por eso, informaron que poseer la tierra era posible. Pero, los espías que no pensaban en la voluntad de Dios presentaron un informe negativo, para convencer a la gente de que volver a Egipto era una opción mejor.

¿Cómo llegamos a un equilibrio entre vivir por fe, reclamar las promesas de Dios y actuar de acuerdo con ellas, en vez de vivir por presunción y hacer cosas que parecerían no ser las más sabias pero utilizando dudosas pretensiones de una “conducción” divina para justificarlas? ¿Cómo podemos hacer lo primero y evitar lo segundo?