“Así que, hermanos, estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra” (2 Tesalonicenses. 2:15).
ESCRITURA Y TRADICIÓN
En tiempos de Jesús, no había Nuevo Testamento. La Biblia de Jesús era el “Antiguo Testamento”. Pero, desde el comienzo, sus seguidores obedecían las palabras habladas de Jesús (Mateo 7:24-27). Estas palabras y actos de Jesús siguieron teniendo autoridad para la iglesia en los años sucesivos (1 Tesalonicenses 4:15; Hechos 20:35; 1 Corintios 11:23-26). Luego, por la inspiración del Espíritu Santo, los apóstoles fueron guiados a interpretar correctamente las palabras de Jesús y la importancia de sus acciones (Juan 15:26, 27; 16:13-15). Y, antes de que pasara la primera generación de cristianos, los escritos de los apóstoles fueron considerados iguales a los de los profetas del Antiguo Testamento, y fueron llamados “Escrituras” (2 Pedro 3:2, 16).
Lee 2 Tesalonicenses 3:6 al 8, y 14. Según estos textos, ¿qué incluiría Pablo en su concepto de verdad?
Cuando Pablo llegó a Tesalónica, la iglesia primitiva consideraba los dichos de Jesús y las enseñanzas de los apóstoles como de autoridad suprema. “Tradición”, en ese tiempo, no era una palabra mala; se refería a la memoria de la iglesia con respecto a los dichos y las acciones de Jesús, e incluía las enseñanzas orales y los escritos de los apóstoles. La tradición era, para ellos, más o menos lo que las Escrituras son para nosotros.
Para los creyentes, la tradición era más que solo las cartas de Pablo. Incluía todo lo que el apóstol les había enseñado y también sus actos, que ellos debían imitar. El hecho de que Pablo trabajara para sostenerse no solo mostraba que él se preocupaba por ellos (1 Tesalonicenses 2:9); era una “tradición” que él esperaba que ellos aplicaran en sus vidas.
Pablo no comía los alimentos de otros sin pagarlos. Trabajaba “día y noche” a fin de no ser carga para ninguno. Y, todo el que allí viviera de otro modo andaba “desordenadamente”. Para Pablo, los desordenados no se limitaban a quienes molestaban a la iglesia; él incluía a cualquiera que no siguiera las enseñanzas y las prácticas de los apóstoles.
Estos textos revelan lo importantes que eran las acciones de Pablo. Aunque había recibido la verdad directamente del señor (Gálatas 1:1), daba testimonio con su vida, sus acciones y sus palabras. ¿Cuán bien reflejan nuestras vidas las verdades que se nos han dado?