"Acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo" (Génesis 2:2)
CREACIÓN DE LOS ANIMALES DEL AIRE Y DEL AGUA
Lee Génesis 1:20-23. ¿Qué evidencia, si la hay, existe en los textos que implicarían cierto azar?
Muchos relacionan el segundo y el quinto día. La atmósfera separó las aguas en el segundo día, y ella y las aguas fueron pobladas de criaturas en el quinto día. Los eventos de la creación parecen haber ocurrido en una secuencia que se presenta como intencional, mostrando el cuidado y la prolijidad de Dios. En otras palabras, nada en el informe de la creación deja lugar para el azar.
Nota que todas estas criaturas se mencionan en plural, indicando que Dios creó en el quinto día una diversidad de organismos. Cada criatura fue bendecida con la capacidad de fructificar y multiplicarse. La diversidad estuvo presente desde el principio. No hubo un antepasado único del cual descendieron todas las demás especies, sino cada especie parece haber tenido la posibilidad de producir una variedad de individuos. Por ejemplo, más de cuatrocientas razas se desarrollaron de la paloma común, y se conocen por lo menos 27 razas de carpas doradas. Al parecer, Dios le dio a cada una de sus criaturas el potencial de producir una gran variedad de descendientes diferentes, añadiendo todavía más diversidad a la creación.
En el versículo 21, Dios vio que las criaturas que había hecho eran buenas. Esto implica que estuvieron bien diseñadas, que eran atractivas a la vista, que estaban libres de defectos y que participaban del propósito de la creación.
Pocas criaturas nos entusiasman más que las aves. Las aves son criaturas realmente asombrosas, y están maravillosamente diseñadas. Sus plumas son livianas pero fuertes, firmes pero flexibles. Las partes de una pluma destinada al vuelo están ligadas por conjuntos complejos de barbas que las afirman fuertemente pero en forma liviana. El pulmón de un ave está diseñado del tal modo que puede obtener oxígeno al inhalar, y también al exhalar. Esto les proporciona el alto nivel de oxígeno necesario para el vuelo, que se logra por la presencia de sacos de aire en algunos de sus huesos. Estos sacos actúan para mantener el flujo del oxígeno y, al mismo tiempo, aliviar el peso del cuerpo del ave, facilitando mantener y controlar el vuelo. Las aves están construidas de manera sorprendente.
Recordando todo esto, lee Mateo 10:29 al 31. ¿Qué consuelo encuentras en estas palabras?