GRACIA Y JUICIO EN EL EDÉN: Segunda parte
En Génesis 1 y 2, Dios hace declaraciones afirmativas (o imperativas) tales como: "Haya lumbreras en la expansión de los cielos [...]. Produzca la tierra seres vivientes [...]. No es bueno que el hombre esté solo". Todas estas frases se relacionan con la creación, y con el establecimiento de la humanidad en esa creación. Como vimos ayer, la siguiente afirmación declarativa registrada en la Biblia aparece en Génesis 3:14, 15, en la que Dios le ofrece el evangelio a la humanidad.
Así, en la Escritura, los enunciados afirmativos iniciales están vinculadas con la creación y luego con la redención; y esta redención ocurre en el contexto del juicio mismo. Tiene que ser así. Después de todo, ¿cuál sería el propósito del evangelio, cuáles serían las "buenas nuevas", si no hubiera juicio ni condenación que evitar? El mismo concepto de "evangelio" lleva dentro de sí la idea de condenación, una condenación que no necesitamos afrontar. ¡Esas son las buenas nuevas!
Aunque hemos violado la Ley de Dios y aunque Dios juzgará esas violaciones, en Cristo Jesús se nos ahorra la condenación que este juicio traerá inevitablemente.
La creación, el evangelio y el juicio aparecen no solo en las primeras páginas de la Biblia, sino también en las últimas. Lee Apocalipsis 14:6, 7. ¿De qué manera estos versículos están vinculados con los primeros tres capítulos de Génesis? Es decir, ¿qué ideas paralelas se encuentran en todos estos versículos?
En Apocalipsis 14:6, 7 vemos una declaración de Dios como Creador, un tema clave en las páginas iniciales de Génesis. En Apocalipsis 14, sin embargo, el "evangelio eterno" viene primero y es seguido por el anuncio del juicio, como en Génesis 3. El juicio está aquí, pero no antes del evangelio. De este modo, el fundamento de nuestro mensaje de verdad tiene que ser la gracia, las buenas nuevas: aunque merecemos la condenación, podemos estar perdonados, purificados y justificados por medio de Jesús. Sin el evangelio, nuestro destino sería el mismo que el de la serpiente y su simiente, y no el destino de la mujer y su simiente. Lo que fascina es que esta gran noticia aparece ya en el Edén, en las primeras declaraciones de Dios al mundo caído.