Y la sembraré para mí en la tierra, y tendré misericordia de Lo-ruhama; y diré a Lo-ammi: pueblo mío tú; y él dirá: Dios mío.
Oseas 2:23
EL CASO CONTRA ISRAEL
Oseas 4:1 al 3 presenta a Dios como el que acusa o promueve una disputa legal (heb. rib) contra Israel. La nación escogida era culpable ante su Dios porque no había vivido a la altura de los términos del Pacto. La verdad, la misericordia y el conocimiento de Dios debían ser cualidades de la relación de Israel con él. De acuerdo con Oseas 2:18 al 20, estos son dones que Dios otorga a su pueblo al renovar el Pacto.
A causa del pecado, la vida de Israel no tenía estos dones de gracia. Los crímenes enumerados por Oseas habían llevado a la Nación al borde de la anarquía. Los líderes religiosos, los sacerdotes y los profetas por igual compartían responsabilidades en el deterioro de la vida de Israel, y eran tenidos por responsables de ello. Si no confrontaban los abusos y no condenaban los actos de injusticia, Dios los condenaría a ellos mismos.
En el Antiguo Testamento, la adoración de ídolos es el pecado más serio porque negaba el lugar de Dios, el Señor, en la vida de la Nación y de las personas. A raíz del clima seco, las lluvias, en la tierra de Israel, eran asunto de vida o muerte. Los israelitas llegaron a creer que sus bendiciones, tales como la lluvia dadora de vida, provenían de Baal. Así, edificaron altares a dioses extranjeros y comenzaron a mezclar la inmoralidad con la adoración.
Al mismo tiempo, la injusticia social era corriente en la tierra. Las clases ricas de Israel explotaban a los campesinos para poder pagar el tributo a Asiria. Muchos recurrían al fraude y las trampas (Ose. 12:7, 8). Por estas cosas, el período anterior de paz y prosperidad condujo a un tiempo de turbulencia política y social. El país estaba al borde del caos total.
"Los pobres hombres ricos, que profesan servir a Dios, son dignos de piedad. Mientras profesan conocer a Dios, por sus obras lo niegan. ¡Cuán grande es la oscuridad de tales personas! Profesan creer en la verdad, pero sus obras no están de acuerdo con su profesión. El amor a las riquezas los hace egoístas, exigentes y altaneros. La riqueza es poder; con frecuencia, el amor a ella deprava y paraliza todo lo noble y toda semejanza a Dios que hay en el hombre" (TI 2:600, 601).
Lee Santiago 5:1 al 7. ¿De qué modo estas palabras se adecúan a la verdad presente expresada en los mensajes de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12? Cualquiera que sea nuestra situación económica, ¿cómo podemos protegernos de los peligros que el dinero presenta a los seguidores de Cristo?