“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”  Miqueas 6:8.

LA AGONÍA DEL CORAZÓN DEL PROFETA

domingo 12 mayo, 2013

En Miqueas 1:1 al 9, el profeta invita a toda la tierra a presenciar el juicio de Dios sobre su pueblo pecaminoso. Las ciudades capitales de Samaria y Jerusalén se distinguen porque sus dirigentes fallaron en ser el modelo de lo que significaba seguir a Dios con corazones indivisos. Estas dos ciudades serían las primeras en sufrir la destrucción.

El pensamiento de un juicio destructivo produjo una verdadera tensión en la vida de Miqueas. Por causa de que su llamado profético lo unía con el propósito de Dios, no tuvo otra opción que anunciar lo que vendría en el futuro próximo. Pero el profeta también amaba al pueblo al que pertenecía, y la idea de su cautividad lo condujo a un lamento personal. A veces, las malas noticias tuvieron un efecto devastador sobre la mente y el cuerpo del profeta.

¿Qué enseñan los siguientes textos acerca de la dura suerte de los profetas? Números 11:10-15; 1 Reyes 19:14; Jeremías 8:21-9:2; Ezequiel 24:15-18; 2 Corintios 11:23-27.

Los profetas de Dios estaban muy involucrados en los mensajes que pro- clamaban. No se alegraban de hablar de las cosas terribles que sucederían. A menudo, usaban lamentos para expresar sus reacciones ante los desastres que se aproximaban. Su dolor era real. Para sus oyentes, el mensaje estaba contenido tanto en las palabras proféticas como en las señales externas, que a menudo delataban un profundo dolor que salía de adentro. La reacción de Miqueas ante el juicio divino nos recuerda la de Isaías, quien por tres años caminó medio desnudo y descalzo, como señal visible de la vergüenza que traería la cautividad. Si tienes la posibilidad, puedes leer acerca del gran sufrimiento que soportó Elena de White en su ministerio; eso te ayudará a comprender mejor lo que tuvieron que pasar estos siervos de Dios.

Lee 1 Pedro 4:14 al 16, y luego examínate y considera las pruebas por las que pasas. ¿Cuánto sufrimiento tuviste que experimentar por causa de tu fidelidad a Dios? ¿Cuánto se debió a tu falta de fidelidad?

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