"El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia" Proverbios 28:13

VERDADERO ARREPENTIMIENTO Y CONFESIÓN

martes 6 de agosto, 2013

¿Qué principios espirituales aprendemos de Levítico 5:5; 1 Juan 1:9; Isaías 1:16 al 18; y Hechos 26:19 y 20, con respecto a la naturaleza del arrepentimiento y la confesión verdaderos?

El arrepentimiento genuino está siempre acompañado por la confesión de pecados específicos. El Espíritu Santo no da sentimientos vagos de culpa. Nos convence de nuestras faltas específicas.

"La verdadera confesión es siempre de carácter específico y declara pecados particulares. Pueden ser de tal naturaleza que solamente pueden presentarse delante de Dios. Pueden ser males que deben confesarse individualmente a los que hayan sufrido daño por ellos; pueden ser de un carácter público y, en ese caso, deberán confesarse públicamente. Toda confesión debe hacerse definida y al punto, reconociendo los mismos pecados de que seas culpable" CC 37, 38

El propósito del Espíritu Santo es revelar nuestra necesidad de la gracia sal­vadora de Cristo. El arrepentimiento no hace que Dios nos ame más, sino que nos ayuda a apreciar más su amor. La confesión no gana el perdón de Dios; en cambio, nos capacita para recibir su perdón. Dios no nos ama más cuando nos arrepentimos, ni menos cuando dejamos de hacerlo. Su amor por nosotros es constante. La única variable es nuestra respuesta a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.

La verdad es que no podemos recibir las abundantes bendiciones que Dios tiene para nosotros mientras nuestras arterias espirituales están taponadas con el barro del pecado. El pecado amortigua en nosotros los impulsos del Espíritu y hace que nos sea difícil responderle. El arrepentimiento y la confesión abren los canales espirituales tapados, de modo que podamos recibir la presencia y el poder superabundantes del Espíritu Santo.

Aunque anhelemos el perdón cuando confesamos y nos arrepentimos, debe­mos recordar que esta es una calle de doble tránsito. Es decir, ¿cómo respon­demos a quienes nos han tratado mal y que piden nuestro perdón? ¿A quiénes, aunque no son merecedores de nuestro perdón, necesitamos perdonar, y por qué es importante para nosotros hacerlo?