“¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”

Miqueas 7:18 y 19

MÁS ALLÁ DEL PERDÓN

lunes 04 noviembre, 2013

Lee Levítico 16:32 al 34. ¿Cuál era la tarea principal del sumo sacerdote en el Día de Expiación?

La función principal del sumo sacerdote era mediar entre Dios y el pueblo.

Con respecto al Santuario, él administraba el sistema de sacrificios y ofrendas, y realizaba diversos ritos (Heb. 8:3). Esta tarea en el Día de Expiación era enorme. Realizaba casi cada rito, excepto llevar el macho cabrío por Azazel al desierto, aunque él daba la orden para que lo llevaran.

En el Día de Expiación, el sumo sacerdote, como también se lo llamaba, llegaba a ser un ejemplo viviente de Cristo. Así como la atención del pueblo de Dios se centraba en el sumo sacerdote, Jesús es el centro exclusivo de nuestra atención. Así como las actividades del sumo sacerdote sobre la tierra producían la purificación del pueblo, así la obra de Jesús en el Santuario celestial realiza lo mismo para nosotros (Rom. 8:34; 1 Juan 1:9). Así como la única esperanza de la gente en el Día de Expiación era el sumo sacerdote, nuestra única esperanza es Cristo.

“Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la condenación de la Ley, no había de anular el pecado; este queda registrado en el Santuario hasta la expiación final; así, la sangre de la víctima quitaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el Santuario hasta el Día de la Expiación”

PP 371

De acuerdo con Levítico 16:18 al 20, el sumo sacerdote tenía que entrar en el Lugar Santísimo y limpiarlo de las impurezas rituales, las transgresiones y los pecados; él luego transfería todas las iniquidades, todas las transgresiones y todos los pecados de Israel al macho cabrío vivo, y los enviaba, por medio de ese macho cabrío, al desierto. De este modo, todas las faltas morales de Israel desparecían. Esto lograba el propósito principal del Día de Expiación: una purificación moral que iba más allá del perdón. No era necesario un nuevo perdón en ese día. Dios ya había perdonado sus pecados.

Al luchar con todas nuestras fuerzas para alejar todo pecado, ¿cómo podemos aprender a depender totalmente de los méritos de Cristo como nuestra única esperanza de salvación?

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