“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia, y por cuya herida fuisteis sanados”
1 Pedro 2:24
LA SANGRE DE CRISTO
El concepto de la sangre redentora satura la Biblia entera. Comenzando con los primeros sacrificios después de que Adán y Eva pecaron, la sangre siempre estuvo presente cuando hubo sacrificios de animales. Los ritos de la sangre caracterizaron el sistema de sacrificios israelita a fin de ilustrar la verdad vital de que, sin sangre, no tendríamos ninguna posibilidad de que nuestros pecados fueran perdonados y que entráramos en la presencia de Dios. La sangre siempre fue la única manera de recibir la misericordia de Dios y de tener comunión con él.
Lee los siguientes pasajes en Hebreos acerca de la sangre de Cristo y de la sangre en los sacrificios del Antiguo Testamento. ¿Qué nos enseñan acerca de la sangre?
Hebreos 9:12 ________________________________________________________
Hebreos 9:14 ________________________________________________________
Hebreos 9:18 ________________________________________________________
Hebreos 9:22 ________________________________________________________
Hebreos 10:19 _______________________________________________________
Hebreos 12:24 _______________________________________________________
Hebreos 13:12 _______________________________________________________
Hebreos 13:20 _______________________________________________________
La sangre de Cristo no se refiere a su vida sino que es un símbolo de su muerte sustitutoria y, como tal, describe el aspecto funcional de esa muerte. La sangre de Cristo es multifuncional. La sangre de Cristo obtiene redención eterna, provee purificación del pecado, proporciona perdón, santificación, y es la razón de la resurrección.
En Hebreos hay un contraste poderoso: la sangre de Cristo es mejor que cualquier otra sangre. Ninguna otra sangre puede realmente proveer perdón; la muerte de Cristo es la única razón por la cual nuestros pecados son perdonados, antes de la cruz o después de ella (Heb. 9:15). El derramamiento de la sangre de Cristo, y sus efectos, son claras evidencias de que la muerte de Cristo fue sustitutiva, lo que significa que él tomó el castigo que nosotros merecíamos.
¿De qué modo una comprensión de la muerte de Cristo puede ayudarnos a liberarnos de la idea de que nuestras propias obras pueden salvarnos?