“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”

Juan 17:20 y 21

ENSEÑANZA SIN LÍMITE DE TIEMPO

martes 14 enero, 2014

La oración vincula, en forma milagrosa, a las almas finitas con su Creador infinito. La oración es un adhesivo espiritual. Unidos con el Padre celestial, los creyentes trascienden sus naturalezas terrenales y sus tendencias pecaminosas. Esta transformación los separa del mundo. Si Satanás tiene éxito al reconstruir la oración en un molde autocentrado, robándole a la oración su potencial para nuestra transformación, estaríamos fuertemente comprometidos, y nuestro testimonio quedaría obstaculizado.

Lee Mateo 6:7 y 8; 7:7 al 11; y 18:19 y 20. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de la oración?

El creyente sincero confía en la capacidad de Dios de cumplir sus promesas. Nunca alguien ha planteado un pedido que intimide a Dios. Su autoridad es ilimitada, sus fuerzas son inigualables. El pueblo de Dios se acerca a los portales del cielo con la confianza en Dios: que él hará lo que es mejor para nosotros, aun si no podemos verlo en ese momento. La fe no es sencillamente confiar en lo que podemos ver; la verdadera fe es confiar en Dios cuando no podemos ver el resultado que queremos o esperamos (ver Heb. 11:1-7). Sin duda, mientras sirvas a Dios, mientras camines por fe, tendrás que confiar en Dios aun cuando no veas que las cosas resultan como esperabas, o aun como pedías en oración. Incluso una leída rápida de la Biblia mostrará que tampoco estás solo.

Lee Mateo 6:9 al 15; y 26:39. ¿Qué enseñan estos versículos?

La confianza no debe confundirse con arrogancia o insolencia. Aproximarse al Trono de Dios con confianza no involucra el tener el derecho de hacerlo. La conducta del creyente se caracteriza por la osadía y la humildad. En Getsemaní, Cristo claramente afirmó su preferencia, pero añadió: “No mi voluntad, sino la tuya”. Además de una entrega completa, el espíritu perdonador es otra indicación de humildad. A nosotros mismos se nos perdonó tanto que debemos hacer lo mismo a los demás.

¿Estás enojado con alguien, y te cuesta perdonar? Lleva esto a Dios en oración. Ora por ti mismo, para que puedas aprender a perdonar. Ora por esa persona. Con el tiempo, ¿qué crees que ocurrirá?

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