“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
Juan 3:14 y 15
Conclusión
Para Estudiar y Meditar:
Lee “Un poder misterioso que convence”, El camino a Cristo, pp. 21-35.
“No podemos arrepentirnos sin el Espíritu de Cristo que despierta la conciencia, más de lo que podemos ser perdonados sin Cristo” CC 24
“Cuando contemplamos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comienza a abrirse a nuestra mente y la bondad de Dios nos guía al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor incomprensible; y este amor, a medida que el pecador lo contempla, enternece el corazón, impresiona la mente e inspira contrición en el alma” CC 25
“El corazón humilde y quebrantado, enternecido por el arrepentimiento genuino, apreciará algo del amor de Dios y del costo del Calvario; y como el hijo se confiesa a un padre amoroso, así presentará el que esté verdaderamente arrepentido todos sus pecados delante de Dios. ‘Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad’ ” CC 41
Preguntas para Dialogar:
- Muchos tratan de ahogar su sentimiento de culpabilidad con alcohol, drogas, placeres mundanales, o llenando frenéticamente sus vidas con innumerables actividades. ¿Por qué ninguno de estos métodos es realmente efectivo? ¿De qué forma podrías ayudar a alguien que está en esa condición a encontrar la verdadera solución para la culpa?
- Es posible reconocer nuestros pecados sin tener “frutos dignos de arrepentimiento”. ¿Por qué eso no es verdadero arrepentimiento? ¿Cuál es el valor de esos “frutos”? ¿Son buenas obras realizadas a fin de obtener el favor de Dios? Explica tu respuesta.
- Medita en el hecho de que la justicia de Cristo es gratuita, pero no barata. Si bien no tenemos que pagar nada por ella, el Señor tuvo que pagar un precio infinito en la cruz. Piensa en cuán caídos somos y cuán serio debe ser el pecado, que salvarnos de este y sus consecuencias requirió algo tan “extremo” como la muerte del propio Hijo de Dios.