“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”
Juan 13:34
Cómo vivir como Jesús
Las enseñanzas y el ejemplo de Jesús reflejan un ideal tan elevado de vida abnegada y llena de amor que podría hacernos sentir abrumados y desanimados. ¿De qué modo nosotros, que somos egoístas por naturaleza, podemos amar a nuestro prójimo de manera desinteresada? Desde un punto de vista humano, es simplemente imposible.
Pero, el Señor nunca nos pediría que amemos y sirvamos a aquellos que son detestables y desagradables sin proveernos, también, de los medios para hacerlo. Esta “no es una medida o norma que no podamos alcanzar. Cada mandato o precepto que Dios da tiene como base la promesa más positiva. Dios ha provisto los elementos para que podamos llegar a ser semejantes a él, y lo realizará en favor de todos aquellos que no interpongan una voluntad perversa y frustren así su gracia” DMJ 66
¿Cuál es la promesa que subyace al mandato de amar a nuestros enemigos? Es la seguridad de que Dios es bondadoso y misericordioso para con los desagradecidos y malvados (Luc. 6:35, 36), lo cual nos incluye a nosotros. Podemos amar a nuestros enemigos porque Dios nos amó primero, aun cuando éramos sus enemigos (Rom. 5:10). Cuando reafirmamos diariamente nuestra aceptación de su sacrificio de amor por nosotros en la cruz, su amor abnegado impregna nuestra vida. Cuanto más percibimos y experimentamos el amor del Señor por nosotros, más fluirá su amor en nosotros hacia los demás, incluso hacia nuestros enemigos.
¿Cuál es la relación entre permanecer en Cristo y en su amor, y amar a nuestro prójimo? Juan 15:4-12.
Además de renovar diariamente nuestra aceptación de la muerte de Cristo por nosotros, también necesitamos rendirle nuestra voluntad y permanecer en él. Así como Jesús mismo no buscó su propia voluntad sino la del Padre (Juan 5:30), también nosotros debemos depender de Cristo y de su voluntad. Pues, sin él, no podemos hacer nada.
Al decidir cada día someternos a Jesús, él vive en nosotros y por medio de nosotros. Entonces, “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gál. 2:20), y él cambia mis actitudes egocéntricas en una vida de amor desinteresado.
Vuelve a leer Juan 15:4 al 12. ¿Cuál es el gozo del que habla Jesús allí? ¿De qué manera podemos experimentar el gozo que viene de servir a Cristo, incluso cuando no nos sentimos necesariamente alegres por nuestras circunstancias inmediatas?